"Scribere me aliquid et devotio iubet"

"Scribere me aliquid et devotio iubet" San Bernardo de Claraval

Ya no le temo al blanco...

"Noto mis palabras libres y a la vez con peso. El peso se lo dan los hechos por los que he pasado, aunque ya se han convertido en alas y plumas que la hacen volar, tan ligera como grave. Sólo ahora que tengo peso, sé volar" Alessandro D´Avenia.

viernes, 27 de noviembre de 2009

Poesía de Chiara

Ancud, enero 2008

Bajé, dándote el brazo, por lo menos un millón de escaleras,
y ahora que no estás, queda el vacío en cada escalon.
A pesar de eso, ha sido breve nuestro largo viaje.
El mío continúa todavía , y ya no me hacen falta
coincidencias, reservas,
subterfugios, esas humillaciones del que cree
que lo real es solo lo que se ve.
Un millón de escaleras bajé de tu brazo,
y no porque quizá con cuatro ojos se pueda ver mejor.
Bajé contigo porque sabía que de nosotros dos,
las únicas pupilas verdaderas, por muy nubladas que estuviesen,
eran las tuyas.

Montale

martes, 24 de noviembre de 2009

Un hecho inesperado... y a la vez entrañablemente esperado

¿Es cierto?


CARTA A DIOGNETO
fragmento del capítulo V
anónimo.

....Los cristianos no se distinguen de los demás hombres ni por el territorio en que viven, ni por su lengua ni por sus costumbres. No habitan en sus propias ciudades, ni utilizan jerga particular, ni llevan un género de vida especial. Su doctrina no ha sido descubierta por el pensamiento o la investigación de ningún genio human, ni tampoco siguen una corriente filosófica, como hacen los demás. Ahora bien, aún viviendo en ciudades griegas o bárbaras -como le haya tocado a cada uno- y uniformándose a las costumbres del lugar en el vestir, el comer y todo lo demás, son un ejemplo de vida social admirable, o mejor -como todo el mundo dice- paradójico. Viven en su patria, pero como si fueran peregrinos; participan en la vida pública como cualquier ciudadano, pero están distanciados de todo como si fueran extranjeros; cualquier nación es su patria, y cualquier nación es para ellos extranjera. Se casan como todos, y tienen hijos hijos, pero no exponen a sus recién nacidos. Comparten en común la mesa, pero no el lecho. Viven en la carne, pero no según la carne. Habitan en la tierra, pero son ciudadanos del cielo. Obedecen a las leyes vigentes, pero superan las leyes con su vida. Aman a todos y son perseguidos por todos. No se les conoce, pero se les condena. Se los mata, pero ellos obtienen así la vida. Son pobres y enriquecen a muchos; carecen de todo pero abundan en todo. Son despreciados y encuentran gloria en el desprecio. Se blasfema de ellos, pero proclaman justo al blasfemo; se les ultraja y bendicen; se les injuria y tratan a todos con respeto. Hacen el bien y se les condena a muerte; pero, una vez condenados,se alegran como si les dieran entonces la vida.Los judíos les combaten como enemigos suyos, y los griegos les persiguen; pero quienes les odian no saben explicar el porqué...


domingo, 22 de noviembre de 2009

Encuentro

El hijo pródigo. Rembrandt.

"La emoción que experimentamos al encontrar otra existencia es casi siempre una mezcla de esperanza y miedo. ¿Qué me aportará este ser cuya mirada busco? ¿Me arrancará a mi soledad para arrojarme a las ondas superficiales de la mediocridad cotidiana? ¿O bien su soledad se brindará a la mía como tú, a fin de que juntos formemos una nueva realidad existencial, el nosotros? (...) Para nosotros no hay duda alguna en cuanto a la posibilidad de una autentica comunión entre los humanos. La experiencia no es, por lo tanto, un infierno, un aislamiento sin remedio. Y sin embargo, la experiencia existencial nos enseña también que ninguna comunión humana es absolutamente perfecta ni sacia totalmente la sed de nuestra alma. Es que en corazón de cada existencia hay un núcleo incomunicable, inaccesible a los demás. Y porque la mayoría de los amantes y amigos no quieren respetar ese secreto irreducible de su propio yo y del yo del otro, nacen tantos malentendidos y sufrimientos inútiles. En cierto sentido hasta debe decirse que cuento mas autentica es la comunión existencial entre dos seres, mayor es su sed de comunión absoluta. Parece entonces que la misión principal de la comunión entre humanos es la de prepararlos y conducirlos a la comunión con lo Absoluto, con Dios. Solo en esta etapa habrá alcanzado la existencia toda su perfección, y la muerte ya no aparecerá como catástrofe, sino como realización definitiva de aquella”. (“filosofía cristiana de la existencia”- Ignace Lepp).

sábado, 21 de noviembre de 2009

El Acontecimiento

La conversión de San Pablo. Caravaggio.
El Acontecimiento princeps es "algo que se da antes", como "pasitos de paloma", pero que si uno se deja provocar tiene la potencia de esta imagen, de este momento que marca un antes y un después en Pablo... "en la experiencia de un gran Amor todo se vuelve acontecimiento, en su propio ámbito", decía Romano Guardini.


Departamento de Filosofía

Electivo «Marx, Nietzsche, Freud: Una hermenéutica de la sospecha»

Profesor: Lenin P...

Viernes 17 de octubre 2009

LA SOLEDAD DEL SER O LA APERTURA A LO OTRO[1]

Protocolo congreso de Filosofía 2009:

Sobre: Ipseidad y hospitalidad en Paul Ricoeur. Camino de la no-correspondencia.

Presentada por Patricio Mena M.

Por Valeska C.


Esta ponencia de Patricio Mena sobre Paul Ricoeur se proponía un trabajo bastante ambicioso, aunque primeramente propositivo a los oyentes, puesto que Ricoeur mismo deja bastantes espacios vacíos, mejor dicho, “misteriosamente vacíos” en su obra, también proponiéndola siempre como camino por recorrer más que como una respuesta sobrepuesta.

Para empezar, tenemos que ir a la base de algunos conceptos y afirmaciones, desde los cuales se iría desarrollando toda su filosofía. La rama principal es la identidad como ipseidad, que es un quiebre o exigencia del carácter abstracto del yo-ético, es la ruptura de una certeza de camino. Es la ruptura de ese fundamento epistemológico. Aquí entra en diálogo, o mejor dicho, conflicto con Descartes, dirá “Yo soy ¿pero quién soy yo?” a lo que responderá “Soy un enigma para mí mismo. De mí a mí estoy atravesado por Otro.” Entonces surge la pregunta ¿a qué se refiere con “Otro”? ¿de qué otro podría estar atravesado para llegar a ser yo mismo? Hasta el final provocará afirmando este “Sí mismo como otro”.

Respuestas inmediatas no encontramos, debemos reconocer los distintos momentos para descubrir esa “identidad como ipseidad”. Esos momentos son:

1- La atestación: como estructuras de pasividad, que no es lo contrario de la actividad, sino la nutriente. [Recibimos desde la Fuente. O bien, somos como el vidrio de una ventana, la Luz no viene de nosotros, pero somos traspasados por ello]. Es aquí donde guarda la pregunta por ese Otro del que se está atravesado.

2- La memoria.

3- El testimonio, que es lo que Ricoeur llamará “acontecimiento”.

Partiendo desde nuestro contexto, en que vemos que la cuestión de la Verdad está en crisis, Ricoeur ve que ésta necesariamente tiene que ser replanteada. Reconoce que hay ciertas condicionantes que llevan al relativismo (“No existe criterio que no nos hayamos inventado nosotros”, “Obediencia a nuestras convicciones”). Así es como se anuncia el olvido de la existencia misma. Se da cuenta del problema del fundamento ontológico de la moralidad. Si no se rehace la cuestión ontológica la moral recae en moralismo, o simples reglas –que es el problema que percibe en desde el cristianismo mismo-. En este sentido estaría de acuerdo con Levinas en que «El rostro está expuesto, amenazado, como invitándonos a un acto de violencia. Al mismo tiempo es lo que nos prohíbe matar (…) El rostro es significación, y significación sin contexto. Quiero decir que el otro, en la rectitud de su rostro, no es un personaje en un contexto. Por lo general somos un “personaje” (…) Aquí, por el contrario, el rostro es, en él solo, sentido. Tú eres tú. En este sentido, puede decirse que el rostro no es “visto”. Es lo que no puede convertirse en un contenido que vuestro pensamiento abarcaría; es lo incontenible, os llevará más allá»[2].

Ricoeur reclama repensar la ipseidad, para descubrir también la alteridad, la irreductibilidad de la alteridad. Y habla de esta pasividad, como donación del mundo que reclama acoger el sentido como una herida que reclama la paciencia de la ipseidad. En este sentido el ipse es a la vez que desición, respuesta. La paciencia nos abre a la dimensión posible, incluso en el sufrir, en el perseverar en su ser a pesar de lo padecido, esto es la hospitalidad: respuesta de un llamado que supera. Es respuesta y garantía hacia lo otro. Acogida del mundo, de los otros y de sí; revela la relación entre el ipse y la necesidad. Consentir lleva la marca de la anterioridad, revela mi situación dada y mi compromiso en el ser. Vela su fatiga. Es constancia de sí, siempre al riesgo de su desfallecimiento. Es el consentimiento como paciencia que, al mismo tiempo, se topa con su límite. De igual modo se ve un sujeto que persiste[3].

Lo que ve Ricoeur es que la hegemonía de lo efímero parece ser la última palabra válida. Por ello sólo otra realidad, que sea inherente a lo efímero puede atraer hacia el fundamento y hacerlo reconocible. Reconocimiento del acontecimiento y no una teoría. Lo que hemos perdido, reconoce, es el sentido y el principio de la realidad. Sólo nos queda la afirmación originaria del ser como existir, pero ¿Por qué, cómo es que llegó a ser esta cosa aunque efímera? Algo no es importante porque uno lo decida, es tal precisamente porque se basa en razones que no dependen de uno determinarlo. No podemos suprimir o negar los horizontes con los que las cosas adquieren significación. Privamos a las elecciones de su significación. La significación no es algo que el yo determine. La libre elección trivializa lo que pretende exaltar. Cerrarse a las exigencias supone suprimir la significación y cortejar la trivialización. Los horizontes, dirá, nos son dados.

Es aquí donde reaparece el testimonio, que es un acontecimiento que retroactivamente se nos va presentando, como los “pasitos de paloma”, siempre propositivos, nunca violentamente, a pesar de ello es una inconmensurabilidad que se nos escapa totalmente. Es como una cientificidad de lo imprevisible: “el imprevisto es la única esperanza”. El acontecimiento se nos presenta siempre como misterio, como algo otro, inesperado (aunque esperado igual) e impredecible. Claude Romano podría ayudarnos a comprenderlo un poco más:

“¿Cómo explicar tal paradoja? En verdad, el acontecimiento no se reduce de ninguna forma a su actualización como hecho; desborda todo hecho y toda actualización por la carga de posibles que mantiene en reserva y en virtud de la cual lo que toca son los cimientos mismos del mundo para el existente. No realiza solamente un posible previo, pre-esbozado en el horizonte de nuestro mundo circundante; alcanza lo posible en su raíz y, por consiguiente, trastorna el mundo entero de aquel a quien sobreviene; no es tal o cual posible, es “la cara de lo posible”, “la cara del mundo” que aparece por él cambiada. O, para decirlo de otro modo, un acontecimiento no modifica solamente ciertas posibilidades en el interior de un horizonte mundano que permanecería, como tal, incambiado; al trastornar ciertos posibles, reconfigura, en realidad, lo posible en su totalidad. Proust lo dice admirablemente a propósito de la muerte de Albertina: lo que vacila con esta muerte, no son solamente todos estos posibles “vinculados a ella”, los proyectos, los gustos comunes, las costumbres, el arreglo de ciertos lugares, la naturaleza de algunos lugares, la naturaleza de algunos placeres; sino que son la sensibilidad misma de los seres y las cosas, la manera de relacionarse con vida social, con el arte, con la misma muerte los que aparecen en adelante bajo una luz diferente. “El mundo no ha sido creado de una vez para siempre para cada uno de nosotros”, escribe Proust; y concluye, “entonces mi vida fue totalmente cambiada.

Estremecer los cimientos del mundo alterando lo posible en su totalidad, instaurar un nuevo mundo para aquel a quien le adviene: tal es el tenor fenomenológico de todo real acontecimiento.”[4]

En este sentido el acontecimiento y la ipseidad se nos presentan siempre como problema, como algo no resuelto, como camino, como algo propuesto, que sin embargo llega a mover todo. El acontecimiento en algún momento hace krisis, de lo contrario no es acontecimiento, o no ha sido percibido. La propuesta de Ricoeur no es un sistema acabado, muy por el contrario, es absoluta verificación, conquista y reconquista.

Otro concepto importante es el signo; la naturaleza no es divina, es signo de lo divino. Se requiere volver a entender esa relación para el enriquecimiento de la experiencia histórica de la naturaleza. Lo que progresa de la historia instrumental, pero a nivel de la libertad nunca hay simplemente progreso, siempre se tiene que tomar una decisión –esta es otra palabra importante-.

La primera cuestión, entonces, no es dar reglas, sino darse cuenta de con quién se está tratando, desde mi ipse reconocer la alteridad. Hay como una primacía de la experiencia sobre el concepto. Sin la ontología la ética llega siempre demasiado tarde. Su soberanía es con ella, no a pesar de ella. Ya desde el testimonio se dirá que en el origen está el Logos, la realidad en su conjunto lleva dentro este lenguaje, por eso puede ser signo. Es una fuente de evidencia, su negación abre paso a la obviedad de la violencia. “Si mi vida parte como aquello que no depende de mí, continúa como aquello que sí depende de mí”.

La ipseidad es el descubrimiento de que “Soy yo mismo dado a mí mismo”. El ipse heredado me hace al recibirme, pero también en el consentimiento. Sin embargo es un comienzo que no se reduce al origen. Hay que asumirse como vacación de sí, como un movimiento de lo finito a lo infinito que hay en mí. En definitiva, a la vez de incomprensibles, somos paradoja, en tanto que necesidad de conquistarse como pasividad de lo donado, de lo recibido. Somos acogida de lo otro y del sí mismo.

Para terminar, yendo más allá de lo dicho en la mesa, aludiendo al título de mi protocolo, propongo releer a Octavio Paz, en su “Laberinto de la soledad”:

«La SOLEDAD, el sentirse y el saberse solo, desprendido del mundo y ajeno a sí mismo, separado de sí(…) Todos los hombres, en algún momento de su vida, se sienten solos; y más: todos los hombres están solos (…) La soledad es el fondo último de la condición humana. El hombre es el único ser que se siente solo y el único que es búsqueda de otro. Su naturaleza consiste en un aspirar a realizarse en otro. El hombre es nostalgia y búsqueda de comunión. Por eso cada vez que se siente a sí mismo se siente como carencia de otro, como soledad.

Uno con el mundo que lo rodea, el feto es vida pura y en bruto, fluir ignorante de sí. Al nacer, rompemos los lazos que nos unen a la vida ciega que vivimos en el vientre materno, en donde no hay pausa entre deseo y satisfacción. Nuestra sensación de vivir se expresa como separación y ruptura, desamparo, caída en un ámbito hostil y extraño. A medida que crecemos esa primitiva sensación se transforma en sentimiento de soledad. Y mas tarde, en conciencia: estamos condenados a vivir solos, pero también lo estamos a traspasar nuestra soledad y rehacer los lazos que en un pasado paradisíaco nos unían a la vida. Todos nuestros esfuerzos tienden a abolir la soledad. Así, sentirse solos posee un doble significado: por una parte consiste en tener conciencia de sí; por la otra, en un deseo de salir de sí. »[5]. Un deseo de ser sí mismo.

En el laberinto de la soledad se hace referencia a esta búsqueda de comunión, de encuentro del Otro que me atraviesa, pero al parecer desde el punto de vista de Paz –por lo menos refiriéndose al contexto de los mexicanos- sería imposible; ya desde el titulo de su libro podemos notar su idea principal: el laberinto es la vida misma, la soledad su única compañía. Él hace referencia a un origen que constantemente deseamos reconstruir, es que cuando estamos en el vientre de la madre no hace falta nada, en este “lugar” –que también remite a una “pertenencia”- tenemos todo lo que necesitamos, y el deseo aun no se revela como tal. El punto final al que tendemos es la muerte… a ver si se llega al edén. Ambos –origen y final- tendrían una conexión, ya que el hombre a lo largo de este “laberinto” querría reencontrarse con ese “algo” que una vez tuvo -o ese “algo” donde alguna vez habitó-, pero que en algún momento perdió –paradójicamente al “ser dado a luz”-. Por lo cual pareciera ser que la tarea de los padres tuviera que ser “consolarnos” por haber nacido.

Lo que se ha hecho siempre es matar al otro, y al sí mismo, su rostro desprotegido ha invitado siempre a hacerlo, se está jugando siempre el rol del “personaje” o la “máscara”, el sujeto de la ideología - «Todos nuestros gestos tienden a ocultar esa llaga, siempre fresca, siempre lista a encenderse y arder bajo el sol de la mirada ajena»[6]-. El rostro del otro – otro hombre, otra cultura- en la apertura es el reconocimiento de la herida, por eso el mexicano, según Paz, huye del compañero. ¿La ideología no será el intento de reconciliarnos con esta herida? ¿O más bien intento de tapar la herida? La ideología sería entonces la máscara del rostro, el olvido del ipse: éste sería el asesinato mismo. El rostro según Levina, el ipse según Ricoeur, es la herida, que en su incomprensibilidad invita a la violencia, como intento desesperado de captura. La ruptura sería un acceso, pero ruptura como serenidad y dejar ser, como apertura al misterio de lo otro, como abismo irrepresentable, irremplazable, como pasividad. Pero quedan unas preguntas más, en tal caso ¿Qué o quién produce la herida, ese constante reclamo a reconquistarse como sí mismo? ¿Por qué hay la herida, por qué la necesidad que somos? ¿Qué intenta ocultar la ideología y la enajenación? ¿por qué la urgencia de ocultar el rostro, el ipse?

Lo que nos queda son preguntas por profundizar. La soledad del ser se hace evidente, su apertura a lo otro cuestionable: «¿Acaso alguien nos ha prometido algo? Y, entonces, ¿por qué esperamos? »[7]



[1] Gran parte de las tesis que digo son en primer lugar de la presentación de Patricio Mena, pero también de unas clases del profesor de la Universidad de Santa fe, don Aníbal Fornari; como de otras lecturas y reflexiones propias.

[2] Levinas, Emmanuel. Ética e infinito. Edición la bolsa de la medusa. p.72

[3] Recomiendo, al igual que cuando se estudia a Levinas, leer o releer algunos pasajes de Dostoiesvki, principalmente mirando los movimientos de sus “humillados y ofendidos”. Cómo es que estos vuelven a ponerse en pie, no a pasar de ese padecimiento, sino más exaltados desde, a través de ese padecimiento. Por lo demás cabe destacar que siempre son los humillados y ofendidos los que rescatan a los demás, no se ejerce una suerte de ayuda desde un superior a un pobre, sino que desde la ipseidad ambos se descubren pobres, la gloria de la ipseidad, se podría decir, es la corresponsabilidad, desde el testimonio, hasta la experiencia.

[4] Claude Romano. Lo posible y el acontecimiento. P43.

[5] Paz, Octavio. Laberinto de la soledad. Fondo de cultura económica, México. p.211

[6] Op. cit.

[7] Pavese, Cesare. El oficio de vivir. Seix barral, Barcelona 1992, p.290


martes, 17 de noviembre de 2009

Un trozo de tiza

Gilbert y Frances
Para esto están hechos el hombre y la mujer para amarse así, buscando siempre al Amado: "No tengo que decirte que aún te quiero"

Recuerdo una espléndida mañana durante las vacaciones de verano, toda azul y plata, en la que, con muy pocas ganas, conseguí apartarme de la tarea de no hacer nada en concreto. Me puse algún tipo de sombrero, recogí mi bastón y me guarde en el bolsillo seis trozos de tiza de brillantes colores. Después entré en la cocina, (que junto al resto de la casa era propiedad de una señora muy conservadora y razonable, vecina de una aldea de Sussex) para pedirle a la dueña y ocupante de la cocina, un poco de papel marrón. Tenía mucho, de hecho, incluso demasiado. Pero estaba equivocada respecto a para que sirve el papel marrón. Ella creía que, si uno quiere papel marrón, es para hacer paquetes, algo que yo no planeaba. A decir verdad es algo que supera mi capacidad mental. Pero la señora le daba muchas vueltas a como algunos papeles eran más resistentes que otros. Aclaré que lo único que pretendía era dibujar, así que no me preocupaba lo que pudiese durar el papel. Lo que me interesaba no era que el papel fuese duro sino absorbente, algo que es indiferente en un paquete. Cuando comprendió que yo quería dibujar, me abrumó con ofertas de papel de cartas. Aparentemente, dio por sentado que si escribo mis notas y cartas en papel marrón viejo es para ahorrar.

Entonces, intenté explicar este delicado matiz lógico: no sólo me gusta el papel marrón, me gusta el colorido marrón en el papel, como me gusta en los bosques en octubre. O en la cerveza, o en los arroyos que corren entre las turberas en el norte. El papel marrón encarna los primeros trabajos en el primer amanecer de la creación. Con un par de tiza de colores, encuentras en él puntos de fuego, llamaradas de oro, vetas rojas como la sangre y verdes como el mar, como las primeras estrellas que brillaron en la oscuridad. Todo esto se lo dije de pasada a mi casera, mientras me guardaba el papel marrón en el bolsillo junto a las tizas y, posiblemente, otras cosas. Se me ocurre que todos hemos meditado en alguna ocasión sobre lo poéticas y fundamentales que son las cosas que llevamos en los bolsillos. La navaja, por ejemplo, prototipo de toda herramienta humana cuya hija es la espada. Una vez, empecé a escribir un libro de poemas que trataba solamente de las cosas que encontré en mi bolsillo. Pero iba a ser demasiado largo y los poemas épicos están pasados de moda.

Con mi bastón, mi navaja, mis tizas y mi papel marrón, eché a andar por los blancos acantilados. Trepé por esos contornos colosales que representan lo mejor de Inglaterra al ser a la vez grandes y suaves. Su suavidad es similar a la de los grandes percherones o los abedules. Proclaman a los cuatro vientos, contradiciendo nuestras teorías cobardes y crueles, que los fuertes son misericordiosos. El valle que abarcaba mi vista era tan amable como cualquiera de sus casas pero ,en cuestión de fuerza, era como un terremoto. Saltaba a la visa que las aldeas en aquel inmenso valle habían disfrutado de seguridad durante siglos, pero toda la tierra era como una ola inmensa alzándose para arrastrarlas.

Anduve de un prado a otro, buscando un lugar para sentarme a dibujar. Por lo que más quieran, no supongan que iba a hacer un boceto del natural. Iba a dibujar diablos y arcángeles, ciegos dioses que la humanidad adoraba antes del amanecer de la razón, santos vestidos con brillantes túnicas carmesíes, extraños mares verdes y todos esos símbolos, sagrados o monstruosos, que quedan tan bien dibujados con tizas brillantes sobre papel marrón de dibujo. Son más dignos de ser dibujados que la naturaleza. Y además son mucho más fáciles de dibujar.

Un vulgar artista hubiera dibujado la vaca que estaba pastando en el prado frente a mí, pero, como siempre me equivoco con las patas traseras de los cuadrúpedos, plasmé el alma de la vaca. Podía verla paseando frente a mí a plena luz del día. El alma tenía siete cuernos, era plateada y carmesí, con el misterio de todos lo animales. Así que por más que no pudiese sacar lo mejor del paisaje con un lápiz, no crean que el paisaje no sacaba lo mejor de mí. Creo que este es el error que se comete al estudiar los antiguos poetas anteriores a Woodsworth. La idea general es que no les interesaba la naturaleza ya que no la describieron mucho.

Puede que prefiriesen escribir sobre los grandes hombres a escribir sobre las grandes colinas. Pero estaban sentados sobre las colinas al escribir. Nos dieron menos sobre la naturaleza pero estaban empapados en ella. Pintaron de blanco la túnica de la sagrada virgen con nieve deslumbrante como la que miraban todo el día. Decoraron los escudos de sus paladines con la púrpura y el dorado de sus heráldicas puestas de sol. El verdor de mil hojas se agrupó en la figura verde de Robín Hood. El azul de cientos de olvidados cielos se cambió en el azul de los mantos de la Virgen. Recibían la inspiración en los rayos del sol , como enviada por Apolo.

Pero mientras garabateaba en el papel marrón, noté, muy irritado, que había dejado en casa la tiza más exquisita e importante. Revolví todos mis bolsillos pero no encontré nada de tiza blanca. Aunque los conocedores de la filosofía, mejor dicho religión, de dibujar sobre papel marrón conocen la importancia del blanco, tan positivo como esencial, no puedo evitar explicar ahora su significado moral. Una de las grandes verdades que nos revela el arte de dibujar sobre el papel marrón en que el blanco es un color, no su simple ausencia. Es algo brillante y agresivo, tan fiero como el rojo, tan concreto como el negro. Cuando, por así decirlo, tu lápiz esta al rojo vivo, dibuja rosas. Si esta candente, estrellas. Y una de las dos o tres verdades más importantes de la mejor filosofía religiosa, del verdadero cristianismo por ejemplo, es exactamente esa. La principal afirmación de la moral religiosa es que el blanco es un color. La virtud no es la ausencia de vicios o huir de los peligros morales. La virtud es algo concreto e independiente. La misericordia no es abstenerse de crueldad o perdonar el castigo o la venganza. Es algo real y concreto como el sol que uno ha visto o no. La castidad no es abstenerse de una sexualidad malsana, es algo ardiente como Juana de Arco. En pocas palabras, Dios pinta con una amplia paleta pero nunca con tanta hermosura, y casi diría que tan llamativamente, como cuando pinta con el blanco. En nuestra época acepta este hecho y lo expresa en la ropa triste. Porque si fuese cierto que el blanco es algo negativo y discreto, se usaría en los funerales de esta época tan pesimista, en vez del negro o el gris. Veríamos a los señores en las oficinas con abrigos de impecable lino plateado y chistera maravillosamente blancas como lirios del valle. Lo que no sucede.

Pero yo seguía sin encontrar mi tiza.

Estaba sentado en la colina a punto de desesperarme. La ciudad más cercana era Chichester y no era ni remotamente probable que allí hubiese una tienda de material de dibujo. Pero sin el blanco, mis dibujitos eran tan absurdos como lo sería el mundo sin gente buena. Me quede mirándolos devanándome los sesos. De repente, me levanté soltando carcajadas, hasta tal punto que las vacas se pusieron a observarme reunidas en comité. Imaginaos alguien que en el Sahara lamentase no tener arena para un reloj de arena, alguien que en medio del océano lamentase no haber traído agua salada para un experimento de química. Estaba sentado sobre un inmenso almacén de tiza blanca. Todo el paisaje estaba compuesto de tiza blanca. La tiza blanca estaba amontonada hasta tocar el cielo. Me incliné y arranque un trozo de la roca sobre la que estaba sentado. No pintaba tan bien como la de las tiendas pero sirvió. Y me quede allí, encantado al darme cuenta que el sur de Inglaterra es algo más que una gran península, una tradición o una civilización. Es algo incluso más admirable: un trozo de tiza.


viernes, 13 de noviembre de 2009

La LLave

Vocación de San Mateo. Caravaggio

Ambas cosas, esta pintura de Caravaggio y el poema de Benson son signos que me conmueven tremendamente, signos y testimonio. Deseo aprehender la disponibilidad de Mateo, su pobreza, y la pasión y mendicidad de Benson, ¡qué sinceridad con la que se mira! ¡qué amor a la verdad que suscita una oración! "Sé Tú mi alma y yo mismo, amado Jesús,
Mi Dios y mi Todo."
Recuerdo a Pearce mientras lo leía en el programa de Warnken, la identificación es mística decía L.B.Baudier... que los testigos nos inunden de su amor, que nos enseñen a ser verdaderos amantes.



(By Robert Hugh Benson)

I cannot soar and sing my Lord and love;
No eagle’s wings have I,
No power to rise and greet my King above,
No heart to fly.
Creative Lord Incarnate, let me lean
My heavy self on Thee;
Nor let my utter weakness come between
Thy strength and me.

I cannot trace Thy Providence and plan,
Nor dimly comprehend
What in Thyself Thou art, and what is man,
And what the end.
Here in this wilderness I cannot find
The path the Wise Men trod;
Grant me to rest on Thee, Incarnate Mind
And Word of God.

I cannot love, my heart is turned within
And locked within; (Ah me!
How shivering in self-love I sit) for sin
Has lost the key.
Ah! Sacred Heart of Jesus, Flame divine,
Ardent with great desire,
My hope is set upon that love of Thine,
Deep Well of Fire.

I cannot live alone another hour.
Jesu, be Thou my Life!
I have not Power to strive; be Thou my Power
In every strife!
I can do nothing — hope, nor love, nor fear,
But only fail and fall.
Be Thou my soul and self, O Jesu dear,
My God and all!




No puedo elevarme y cantar a mi Señor y mi Amor.
No tengo las alas del águila
Ni fuerza para alzarme y saludar a mi Rey.
Ni corazón para volar.
Señor, Creador encarnado, déjame apoyar
Mi pesada carga en ti.
No permitas que mi inmensa debilidad
Se interponga entre tu fuerza y yo.
No puedo conocer tu Providencia ni dónde estás.
Ni alcanzar vagamente
Qué eres Tú, qué es el Hombre
Y cuál es el final.
En medio de este desierto, no puedo encontrar
La senda que pisó el hombre prudente.
Concédeme descansar en ti, espíritu encarnado
Y verbo de Dios.
No puedo amar. Mi corazón está embotado y cerrado bajo llave.(¡Ay de mí!
Mi egoísmo me hace estremecer.)
El pecado ha extraviado la llave.
¡Oh Sagrado Corazón de Jesús! Llama Divina
Que arde de deseo.
Mi esperanza está puesta en tu amor,
Profundo abismo de fuego.
No puedo vivir solo ni una hora más.
¡Jesús, sé tú mi vida!
No tengo fuerzas para luchar. Sé tú mi fuerza
En toda contienda.
No puedo hacer nada, ni esperar, ni querer, ni temer,
Tan solo tropezar y caer.
Sé Tú mi alma y yo mismo, amado Jesús,
Mi Dios y mi Todo.

martes, 10 de noviembre de 2009

Trabajamos con lo Ilimitado

"La crisis de enseñanza denuncia, anuncia una crisis de vida

(...)

Cuando una sociedad no puede enseñar es poque tiene miedo de enseñarse a sí misma, es porque no se ama, no se estima". Charles Péguy

Para empezar quisiera –más bien, se me hace absolutamente necesario- hacer un recorrido por las concepciones de la educación -y del hombre- que plantea el paradigma constructivista, más concretamente revisaré la postura de Jean Piaget y la de Lev S. Vigotsky; pero esto de manera crítica, por lo tanto quisiera apuntar también a lo que a mi parecer podría ser una educación integral, esto desde ciertas lecturas y lo que la experiencia me dicta.

El constructivismo surge alrededor de los años sesenta del siglo pasado, viene, en cierta manera, a sustituir las perspectivas conductistas que antes había dirigido la psicología. Plantea que el crecimiento cognitivo de los individuos no avanza simplemente de manera natural, sino que ésta es una construcción propia en relación con ellos mismos y en relación con lo demás. Es decir, hay un esquema intersicológico y uno intrasicológico; hay una interdependencia o dependencia del otro. Como ya había dicho, el constructivismo es un aporte al estudio de los procesos de enseñanza y aprendizaje, al reconocimiento de las capacidades esenciales para éste. La concentración de sus estudios está basada en el procesamiento de la información, “el planteamiento de base en este enfoque es que el individuo es una construcción propia que se va produciendo como resultado de la interacción de sus disposiciones internas y su medio ambiente. Su conocimiento no es una copia de la realidad, sino una construcción que hace la persona misma”[1], lo más significativo, a mi parecer, de este paradigma es que no apunta sólo a una internalización y acumulación de conocimientos sino “un proceso activo de parte del alumno en ensamblar, extender, restaurar e interpretar, y por lo tanto de construir conocimiento desde los recursos de la experiencia y la formación que recibe”[2], se trata entonces de un sistema más activo, y que considera más factores del ser humano que los anteriores paradigmas.

Sin embargo pareciera que aún desde éste sistema, si consideramos el método actuando, percibimos que hay una carencia, algo que no funciona... ¿por qué?

Y es aquí donde radica mi crítica a este paradigma, que apunta principalmente, a la reducción del hombre, porque pienso más bien que la educación no puede reducirse al puro paradigma, al puro sistema, porque no se trabaja con máquinas que “construir”, hay siempre algo irreductible; en consecuencia el interés, la interacción y el diálogo vivo no dependen de un sistema, sino de una presencia, de alguien; si los alumnos no ven este interés vivo, si no se les considera en su real dimensión, es decir, sin una introducción en ello mismo no funciona. Se me objetará que Vikotzky sí consideraba este mediador, pero un hombre como mediador no es todo tampoco; en la educación surge con mayor urgencia la necesidad de unidad en el profesor, de instrucción, no sirve actuar de profesor, creo que hay un factor que se escapa a lo siempre establecido -“el rostro del otro es huella irrepresentable, modo del infinito”[3]-. De otra manera, viviríamos en una sociedad totalmente distinta. El problema de fondo en esta relación maestro/alumno, “constructivismo” que se da en la educación es precisamente un problema de conocimiento, de relaciones, para ello contextualizo: Michel Foucault, en “Las palabras y las cosas” declara explícitamente que «el tiempo del hombre ha terminado: si Dios ha muerto, el hombre muere con Dios, porque el hombre no puede pretender ser el centro de la naturaleza y de la historia si Dios no existe».[4] Con tal afirmación pretende también desmantelar y hacer un desmontaje de varios otros supuestos, como el la supuesta gran “Historia”, la relación sujeto-objeto, y la postura del hombre (de los hombres) frente a estas realidades, por lo tanto también cambia la relación alumno-maestro, alumno-conocimiento, el propio interés; por lo tanto cambia totalmente el concepto de educación; se produce inevitablemente la caída de los grandes meta-relatos, se cae la causa eficiente y el final -¿por qué enseñar? ¿por qué aprender? ¿qué se puede conocer? ¿cómo miro al otro? ¿qué espero del otro?-, esto provoca la noción de un nuevo conocimiento, y de una nueva postura y una nueva inscripción en los cuerpos, mediante el dispositivo, aunque no se quiera, eliminando el factor que se busca eliminar –Dios, Significado-, se llega a eliminar el interés por la realidad, pues no hay nada que podamos conocer realmente. Sólo hay un conocimiento ya sabido como inventado. Lo que hace Foucault es un ejercicio arqueológico, él también se fija en las estructuras.

Ya habíamos dicho que «este pensamiento no tiene al hombre en el centro de la realidad, sino que considera que las estructuras económicas, sociales, lingüísticas, son el verdadero fundamento de las cosas. No son los hombres los que hacen la historia, sino que son las estructuras las que condicionan a los hombres. De alguna manera también interrumpe la relación del hombre con la realidad, por un lado, y con su existencia, por el otro. La existencia no existe más.»[5] Si el conocimiento es una invención, cosa que ya había dicho Nietzsche, quiere decir que lo que el pensamiento clásico designaba como origen no es tal, ya que se planteaba toda la realidad desde lo cognoscible. No hay un conocimiento total, por lo tanto hablamos ya desde una interpretación, eso es lo que recibirían los alumnos según el tipo de profesor, interpretaciones arbitrarias. Las relaciones con el mundo no representan un conocimiento que se clausura, sino que está totalmente abierto, pero abierto al absurdo. Desde este nuevo punto de vista – con los meta-relatos caídos-, lo que interesa del conocimiento no son ya las certezas que este arroja –puesto que no serían tales. Sin Dios tampoco hay certezas, las cosas no “son”-, sino que lo que interesa es la relación del individuo con el mundo y cuál es el resultado de esa relación. La constitución es lo que determina al ejercicio del pensamiento y la relación sujeto-objeto cambia, ya que el régimen de objeto se altera - ya que hay ciertos objetos que no vemos pero existen y otros que vemos pero que no existen-, por lo que el régimen de sujeto también se ve alterado, lo que conlleva a que también lo que se entiende por “Verdad” se vea totalmente alterada.

No digo esto desde un punto de vista moralista, como si los profesores para tener buenos alumnos “tuvieran que hacer algo”, sino que doy cuenta de la ruptura del sujeto y la fragmentación, que más que romper con lo impuesto ha roto con él mismo, y con todo posible diálogo, dado el eclecticismo cultural predominante, pues al no haber una relación existencial con la cultura y la tradición lo que hay son más conocimientos estáticos que recolectar, pero no un lugar de identificación, como decía Goethe: “lo que heredaste de tus padres vuelve a ganártelo, para poseerlo”. No hay una introcción del maestro al alumno en la realidad, sino un sacar afuera.

En este sentido miraría a Moeller: “Porque debemos ser sinceros. No tenemos motivos para estar orgullosos. Ni siquiera hemos sido capaces de salvar la radiación de los valores elementales de la vida, esos valores a los cuales los jóvenes ansían siempre entregarse, aun cuando no se atreven ya a creer en ellos porque no están seguros de que nosotros creamos del todo en su existencia. La juventud considera “que no apetece jugar en un universo donde todo el mundo trampea”. Nos pide “una causa” que merezca la pena. ¿Qué tenemos para darle? Si los jóvenes no ven brillar en nosotros esos valores, si no los ven imponerse a través de nuestro “testimonio”, ¿cómo queremos que los hallen en sí mismos? ¿pretendemos que lo hagan por sí solos?”[6]

Desde aquí recuerdo a Camus, en su última novela sin terminar, El primer hombre, que él llevaba consigo cuando chocó en 1960. “El autor francés recuerda que con el señor Germain no se aburría nunca. Su maestro no llenaba a los alumnos como se hace con los pavos, no los llenaba de informaciones, de nociones. El señor Germain los trataba como parte de su vida, pero sobre todo juzgaba que esos pobres muchachos sin cultura, sin nada, eran dignos y apostaba sobre ellos. "Digno" significa que el hombre está hecho para conocer, para conocer el mundo y a sí mismo, es decir para descubrir el sentido de la realidad. Este horizonte que guiaba al maestro Germain se ha vuelto ahora extraño, raro, difícil de encontrar. Es hoy una mercadería preciosa. Cuando disminuye la pasión educativa, es porque decrece la pasión por conocer.”[7]

Por lo que he conocido del constructivismo exalto algunos puntos al principio, solo que digo y doy cuenta del peligro de la reducción al sistema, ésta es una cosa que claramente es necesario considerar.

Para finalizar quisiera recordar a Massimo Borguessi, que nos llama la atención al respecto:

“El tercer motivo que impide la relación entre la escuela y la realidad depende también de motivos culturales. La cultura dominante no favorece la relación con el mundo real. La llamada tendencia postmoderna de los estudios humanísticos es una tendencia que huye de la realidad y esto incide en la concepción de los estudios de una manera muy profunda. La escuela no introduce en la realidad porque desde hace cierto tiempo ha renunciado a introducir en el sentido de la realidad. Educar es, de hecho, introducir en la realidad, en la búsqueda de su sentido. No se puede introducir en la realidad poniendo entre paréntesis el problema del sentido de la realidad. Sólo ante el problema del sentido de la realidad, el conocimiento se vuelve humano. Uno no está en la escuela simplemente para conocer -lo que hoy ya sería mucho viendo los escasos resultados- sino que uno va a la escuela para conocer el problema del sentido del mundo.”[8]


Entonces desde este trabajo veo un reclamo a mi propia postura dentro de la educación, dentro de la experiencia que hago de ella, ya que es un ejercicio crítico que no sólo cada profesor debería hacer, sino que cada hombre debería ser, para romper con los límites, dándose cuenta de que se relaciona con lo “ilimitado”.


[1] Isabel A. Biscar, Marcela Elgueta, María E. Calfuquir. Pedagogía, historia y geografía. p.70.

[2] Op. cit.

[3] Emanuel Levinas. Ética e Infinito.

Para esto recordar también esa observación que hace Levinas de la inconmensurabilidad del otro, a considerar más aún en la relación alumno/maestro: Levinas, Emmanuel. Ética e infinito. Edición la bolsa de la medusa. p.72: «El rostro está expuesto, amenazado, como invitándonos a un acto de violencia. Al mismo tiempo es lo que nos prohíbe matar (…) El rostro es significación, y significación sin contexto. Quiero decir que el otro, en la rectitud de su rostro, no es un personaje en un contexto. Por lo general somos un “personaje” (…) Aquí, por el contrario, el rostro es, en él solo, sentido. Tú eres tú. En este sentido, puede decirse que el rostro no es “visto”. Es lo que no puede convertirse en un contenido que vuestro pensamiento abarcaría; es lo incontenible, os llevará más allá. »

[4] Massimo Borghesi. Emergencia educativa: el sujeto ausente”

[5] Massimo Borghesi.Emergencia educativa: el sujeto ausente”

[6] Charles Moeller. Sabiduría griega y paradoja cristiana. Editorial juventud. p.11.

[7] Massimo Borghesi.Emergencia educativa: el sujeto ausente”

[8] Op. cit.





"Todo yo soy una pregunta a la que no sé dar respuesta"
(P. P. Pasolini)



"Él poseía una ingenuidad que le permitía mirar las cosas de nuevo, como si nadie las hubiese contemplado antes que él. Contemplaba al mundo con ojos nuevos, asombrados".
(L. Jonas)