La alegría cristiana es poética, porque procede de la innaturalidad de las cosas a la luz de lo sobrenatural. El filósofo se cansaba de repetirme que yo estaba en mi verdadero sitio, y a mí hasta esas aprobaciones me resultaban depresivas. Pero averigüé, al fin, que yo estaba en el sitio equivocado, y entonces mi alma cantó sus regocijos como pájaro en primavera. Y el conocimiento descubrió y alumbró recónditos y olvidados recintos en la penumbrosa morada de mi infancia. Y entonces sí que pude entender por qué las humildes hierbas del suelo me habían parecido siempre tan cómicas como las barbazas verdes del gigante, y por qué, aun estando en casa, venía a visitarme la nostalgia.
G.K.Chesterton
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