"Scribere me aliquid et devotio iubet"

"Scribere me aliquid et devotio iubet" San Bernardo de Claraval

Ya no le temo al blanco...

"Noto mis palabras libres y a la vez con peso. El peso se lo dan los hechos por los que he pasado, aunque ya se han convertido en alas y plumas que la hacen volar, tan ligera como grave. Sólo ahora que tengo peso, sé volar" Alessandro D´Avenia.

lunes, 11 de abril de 2011

El hombre que fue Jueves




Chesterton (1874-1936), integrante simpatiquísimo del Movimiento de Oxford, dedica esta novela a su gran amigo Bentley, ya que escribiendo revive viejas conversaciones, viejos temores, pero sobretodo la gratitud ante la verdad reconocida: “Un nublado se cernía sobre los pensamientos del hombre; eran tiempos lamentables como el clima. Sí, cuando estábamos juntos, de niños, teníamos una nube de tristeza en el alma… Esta es la historia de aquellos viejos miedos, e incluso de aquellos infiernos vacíos, Y nadie salvo tú podrá entender la verdad que cuenta, las dudas que nos asaltaban de noche, mientras hablábamos enardecidamente. Y en la calle amanecía de pronto Antes de hacerse la luz en la cabeza“. En efecto, en “El hombre que fue Jueves” nos invita a redescubrir la realidad, apostando todo por la experiencia. El autor afirma, a través de los pasos de Syme – uno de los personajes de la novela- que “las paradojas pueden despertar en los hombres la curiosidad por una verdad olvidada”. No quiere inventarse una novísima verdad de moda, sino descubrir la riqueza de lo cotidiano, de lo presente, mirar la tradición.
Son siete los misteriosos personajes de esta loca aventura, misteriosamente llamados como los días de la semana; hombres que a través de la historia tendrán que desvelar sus nombres, junto con desvelar también a aquel que se los dio. ¿Por qué han sido elegidos? ¿Quién es aquel que los ha elegido? ¿para qué? En principio sólo saben que ese hombre es un enigma y que por él sienten “una simpatía compatible con un deseo de combatirlo hasta la muerte”. Y saber de quién se trata es aquello a lo que nos invita Chesterton, pues para comprender se hace necesario entrar en el relato como un “día” más, es un camino personal, y paradojalmente, en compañía: “No, yo no estoy tan indignado. Yo te agradezco, no sólo el vino y la hospitalidad que me has dado, sino mis hermosas aventuras y radiosos combates. Pero te quisiera conocer. Mi alma y mi corazón se sienten tan dichosos y quietos como este dorado jardín, pero mi razón está llorando: yo quisiera conocer, yo quiero conocer...”
Movidos por el deseo de descubrir su misión dentro de esta aventura, los personajes descubrirán el valor de la compañía: Syme afirma que “Su mayor tormento en todas aquellas aventuras había sido el sentirse solo. Entre aquella soledad y su situación actual en compañía de un aliado, había un abismo. Digan en buena hora las matemáticas que cuatro es igual a dos por dos; pero no pretendan que dos es igual a dos por uno: dos es igual a uno multiplicado por dos mil.” Ese es el abismo entre la soledad y la compañía dominada por la búsqueda del ideal, pues es así como cada uno descubrirá su verdadero rostro.

Valeska Cabañas
Artículo publicado en Santiago estudiantes, noviembre (aunque con algunas modificacionea ahora)




"Todo yo soy una pregunta a la que no sé dar respuesta"
(P. P. Pasolini)



"Él poseía una ingenuidad que le permitía mirar las cosas de nuevo, como si nadie las hubiese contemplado antes que él. Contemplaba al mundo con ojos nuevos, asombrados".
(L. Jonas)