"Scribere me aliquid et devotio iubet"

"Scribere me aliquid et devotio iubet" San Bernardo de Claraval

Ya no le temo al blanco...

"Noto mis palabras libres y a la vez con peso. El peso se lo dan los hechos por los que he pasado, aunque ya se han convertido en alas y plumas que la hacen volar, tan ligera como grave. Sólo ahora que tengo peso, sé volar" Alessandro D´Avenia.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

el Rostro es el que prohíbe matar: te llevo y te traigo...


“Me pregunto si se puede hablar de una mirada vuelta hacia el rostro, pues la mirada es conocimiento, percepción. Pienso, más bien, que el acceso al rostro es de entrada ético. Cuando usted ve una nariz, unos ojos, una frente, un mentón, y puede usted descubrirlos, entonces usted se vuelve hacia el otro como hacia un objeto. ¡la mejor manera de encontrar al otro es la de ni siquiera darse cuenta del color de sus ojos! Cuando observamos el color de los ojos, no estamos en relación social con el otro. Cierto es que la relación con el rostro puede estar dominada por la percepción, pero lo que es específicamente rostro resulta ser aquello que no se reduce a ella.
Ante todo, hay la derechura misma del rostro, su exposición derecha, sin defensa. La piel del rostro es la que aunque con una desnudez decente. Lo más desprotegida también: hay en el rostro una pobreza esencial. Prueba de ello es que intentamos enmascarar esa pobreza dándonos poses, conteniéndonos. El rostro está expuesto, amenazado, como invitándonos a un acto de violencia. Al mismo tiempo, el rostro es el que prohíbe matar…”


E. Levinas, “Ética e Infinito”

te llevo y te traigo...


La libertad- Vicentico


Todo el tiempo que pasó
lo pasé sin respirar
como si estuviera yo atrapado
debajo del mar
pero igual puede pensar
y la vida valorar
Fui juntanto tanta valentía
acá debajo del mar
Y ahora que vuelvo a salir
ver la luz me hace sufrir
Me pregunto si no será mucho
No! Esto no es nada amigo
esto es pequeño, comparado al despertar
que va a venir fuera, ya estoy afuera
Y ahora tengo miedo de tanta libertad
Todo ese cielo azul y ver tanta libertad
me ha dejado quieto
y al fin puedo llorar
Tanto tiempo yo dormí
sin poderme despertar
Era tan oscuro ese silencio
debajo del mar
pero igual pude soñar
y la calle imaginar
Extrañaba tanto tu alegría
allá debajo del mar
y ahora que vuelvo a salir
ver la luz me hace sufrir
Me pregunto si no será mucho
No! Esto no es nada amigo
Esto es pequeño
comparado al despertar que va a venir
Fuera, ya estoy afuera
Y ahora tengo miedo de tanta libertad
Todo ese cielo azul y ver tanta verdad
me ha dejado quieto y al fin puedo llorar.

martes, 25 de noviembre de 2008

te llevo y te traigo...





Cristian: seguramente tu rostro también gritaba, grita y pide una explicación, un sentido... así tu rostro también decía "no me mates"...

desde hace un tiempo me lo venía diciendo Levinas: "el rostro del otro clama ese no matarás" "el rostro del otro es huella irrepresentable, es un modo del Infinito" y decía que el amor era esa promesa "tú no morirás"...así te queremos tus amigos...

toda la humanidad - la que aun nos queda- grita "no matarás"... y sin embargo...

no sé dónde estás amigo, pero te llevo... te llevo y te traigo aquí...si esto que "es" es el corazón. Como decía Péguy te llevamos: -así como a ese Otro- en los pliegues de nuestras ropas... y cuando esa música vuelva a sonar...

te quiero bien "Kangurito de la gorra", no permitas el olvido.


"Porque un joven ha muerto,
pido que me demuestren, una vez más, el valor de la vida,
antes de que este cielo de octubre me haga bajar los ojos hacia una tierra en ruinas (...).
Tú y yo lo conocíamos.
No tenía ni el deseo de morir, ni la necesidad, ni el deber de morir;
era como nosotros
o mejor que nosotros,
un hombre entre los hombres,
alguien que día a día hizo lo suyo: reflejar el mundo (...),
transfigurar el mundo".
(Lihn)

domingo, 9 de noviembre de 2008

¡he visto algo!


"Seguramente volveré otra vez a perderme, mientras que no me dé cuenta de lo que estoy predicando, o sea con que palabras y actos, porque no es fácil llevar al cabo esta tarea. Todo esto está perfectamente claro para mí, pero decidme: ¿quién no se ha perdido nunca? Todos nosotros estamos dirigidos hacia un punto muy claro, o por lo menos intentamos hacerlo, desde el hombre más sabio hasta el último de los criminales, sólo elegimos caminos diferentes. Esta es una vieja verdad, pero ahora hay algo nuevo: yo no puedo perderme del todo. Porque yo he visto la verdad, he visto y sé que los hombres pueden ser hermosos y felices sin perder la capacidad de vivir en la tierra. Yo no quiero y no puedo creer que el mal sea lo normal para los hombres. Desgraciadamente ellos no hacen más que reírse de esta fe mía. Pero ¿cómo puedo no creer en ella? Yo he visto la verdad, no me la he inventado, le he visto, la he visto, y su imagen viviente ha colmado mi corazón para siempre. La he visto en una integridad tan completa que no puedo creer que no exista. Entonces ¿cómo puedo perderme?. Me desviaré, claro, más de una vez, y puede que hable con palabras no mías, pero no por mucho tiempo: la imagen viva que yo he visto estará siempre en mí, a lo mejor reclamándome si es necesario, pero dirigiéndome siempre hacia el recto camino. Yo he visto con mis ojos, aunque no consiga contar bien lo que he visto" (F. Dostoevski)

...La cura había empezado...

estracto de "La travesía del amanecer" -"Las crónicas de Narnia" de C.S.Lewis

—Dispara no más —dijo Edmundo.
—Bueno, anoche me sentía más desdichado que nunca y esa maldita argolla me estaba lastimando como diablo...
—¿Estás bien ahora?
Eustaquio se rió, con una risa muy diferente a la que Edmundo le oyera antes, y se sacó fácilmente la pulsera de su brazo.
—Aquí está —dijo—, y por mi parte, al que le guste que se quede con ella.
Bueno, como te iba diciendo, yo estaba echado, despierto, y preguntándome qué diablos iría a ser de mí. De pronto... Pero, en realidad, puede que todo haya sido un sueño. Yo no sé.
—Sigue —dijo Edmundo con mucha paciencia. —Bueno, de todos modos, miré hacia arriba y vi lo último que habría esperado: un inmenso león se acercaba a mí lentamente. Y lo raro fue que anoche no había luna, pero había luz de luna donde estaba el león. Se me acercaba cada vez más. Yo le tenía mucho miedo. Seguramente pensarás que, siendo un dragón, fácilmente habría podido dejar fuera de combate a cualquier león. Pero no era esa clase de miedo. No temía que me fuera a comer, simplemente le tenía miedo a él... ¿Me entiendes? Bien, llegó muy cerca mío y me miró fijo a los ojos. Y yo cerré los ojos, bien apretados. Pero no sirvió de nada, porque él me dijo que lo siguiera.
—¿Quieres decir que te habló?
—No lo sé. Ahora que tú lo dices, no creo que lo hiciera. Pero de todas formas me lo dijo. Y yo sabía que tenía que hacer lo que me decía, así es que me puse de pie y lo seguí. Me llevó muy lejos por las montañas. Y siempre había ese claro de luna alrededor del león, dondequiera que fuera. Al final llegamos a la cumbre de una montaña que no había visto jamás, y en la cumbre de esa montaña había un jardín, árboles y frutas, y muchas cosas más. Al medio había una fuente. “Supe que era una fuente, porque vi las burbujas de agua que subían desde el fondo, pero era mucho más grande que la mayoría de las fuentes, como un gran baño redondo, con escalinata de mármol que bajaba al fondo. El agua era tremendamente
clara; pensé que si me metía adentro y me bañaba, se calmaría el dolor de mi pata. Pero el león me dijo que antes tenía que desvestirme. La verdad es que no tengo la menor idea si dijo alguna palabra en alta voz o no.
“Estaba a punto de decir que no podía desvestirme, porque no llevaba ropa,
cuando me acordé de que los dragones son una especie de serpientes y que las serpientes botan la piel. ¡Oh!, claro, pensé, eso es lo que el león quiere decir. Y empecé a rascarme, y mis escamas empezaron a caer por todas partes; entonces me rasqué un poco más fuerte y, en vez de ser sólo escamas las que caían por aquí y por allá, toda mi piel comenzó a despellejarse maravillosamente, como ocurre después de una
enfermedad, o como si yo fuera un plátano. En un par de minutos simplemente me salí de ella. La pude ver tirada detrás de mí, con un aspecto bastante desagradable. Fue una sensación muy deliciosa. Entonces empecé a bajar a la fuente, para darme un baño. Pero apenas iba a poner mi pie en el agua, miré hacia abajo y vi que estaba tan duro, áspero,
arrugado y escamoso como antes. Está bien —me dije—. Quiere decir que tengo puesta otra vestimenta más ligera bajo la primera, y que también debo sacármela. Así es que comencé a rascarme y a desgarrar esta segunda piel, que se soltó a las mil maravillas, y salí de ella y la dejé tirada al lado de la otra y bajé al pozo para darme mi baño.
“Pero ocurrió exactamente lo mismo. Me dije: 'Ay, Dios mío, ¿cuántas pieles más tendré que sacarme?' Ansiaba bañar mi pata. Me rasqué, pues, por tercera vez, y me saqué una tercera piel tal como las dos anteriores, y salí fuera de ella. Pero apenas me vi en el agua, comprendí que no había servido de nada.
“Entonces el león me dijo, pero no sé si me habló o no: Tendrás que dejar que te desvista yo.

“No te puedo decir el miedo que me daban sus garras, pero ya estaba al borde de la desesperación; así es que simplemente me tendí de espaldas, para dejar que él me desvistiera.
“El primer desgarrón que hizo fue tan profundo, que pensé que había ido directo a mi corazón. Y cuando empezó a arrancarme la piel, sentí el dolor más grande que he tenido en toda mi vida. Lo único que me dio valor para aguantar fue el placer de sentir cómo se despellejaba esa cosa. Tú sabes..., si alguna vez te has sacado la costra de una herida. Duele como diablo, pero es tan divertido ver como sale.
—Entiendo perfectamente lo que quieres decir —dijo Edmundo.
—Bueno —continuó Eustaquio—, entonces el león me sacó esa maldita cosa por completo, tal como yo creía haberme arrancado las otras tres, sólo que ésas no me dolieron, y allí quedó tirada en el pasto, pero mucho más gruesa, más oscura y nudosa que las pieles anteriores. Y allí estaba yo, tan terso y suave como una varilla pelada, y más bajo que antes. Entonces el león me agarró, lo que no me gustó mucho, porque estaba muy delicado por dentro ahora que no tenía una piel encima, y me lanzó al agua. Me ardió muchísimo, pero sólo un momento. Después el agua se volvió deliciosa, y en cuanto empecé a nadar y a chapotear, me di cuenta de que el dolor de mi brazo había desaparecido. Y luego vi por qué. Había vuelto a ser un niño. Seguramente pensarás que soy un farsante si te digo lo que me parecían mis propios brazos. Yo sé que no son musculosos y que dejan bastante que desear si los comparas con los de Caspian, pero estaba tan contento de verlos... Después de un momento el león me sacó del agua y me vistió...
—¿Te vistió? ¿Con sus patas?
—Bueno, no me acuerdo muy bien de esa parte. Pero de una forma u otra lo hizo y con ropa nueva; en realidad, la misma que llevó puesta ahora. Y de repente me encontré de vuelta aquí, lo que me hace pensar que todo ha sido un sueño.
— No, no fue un sueño —dijo Edmundo.
—¿Por qué no?
—Bueno, en primer lugar está la ropa y, en seguida, porque has sido
desdragonado.
—¿Qué crees que pasó entonces? —dijo Eustaquio. —Creo que has visto a Aslan
—respondió Edmundo.
—¡Aslan! —dijo Eustaquio—. Muchas veces he oído mencionar ese nombre
desde que nos embarcamos en el Explorador del Amanecer, y yo sentía, no sé por qué,
que lo odiaba. Pero entonces yo odiaba todo. Y a propósito, quisiera disculparme, porque me temo que he sido lo más bruto que hay.
—No importa —dijo Edmundo—. Entre nosotros, te diré que no te has portado tan mal como me porté yo en nuestro primer viaje a Narnia. Tú sólo fuiste un burro; en cambio yo fui un traidor.
—Bueno, mejor no me lo cuentes entonces —replicó Eustaquio—, pero dime, ¿quién es Aslan? ¿Lo conoces?
—Bueno..., él me conoce a mí —dijo Edmundo—. Es el Gran León, el hijo del Emperador de Más Allá de los Mares, que me salvó a mí y salvó a Narnia. Todos lo hemos visto, pero Lucía lo ve más a menudo. Y tal vez es al país de Aslan a donde navegamos ahora.

Sería acertado, y casi, casi la verdad, decir que “desde ese momento en adelante, Eustaquio fue un niño diferente”. Para ser realmente precisos, comenzó a ser un niño diferente. Tuvo sus recaídas, y aun había muchos días en que se ponía muy pesado. Pero no haré caso de estas cosas. La cura había empezado.

viernes, 7 de noviembre de 2008

"¿Oyes el viento?... Sopla de donde quiere"


Señor, pensaba arrodillado, ahora ya no dudo. Sé que eres el Hijo de Dios y Dios tú mismo. Sólo Dios podía resucitar y subir a los cielos. Pero después de mostrarnos tu divinidad, te has ido. Has estado entre nosotros, invisible, llenándonos de una alegría ultraterrena. Luego, por un momento brillaste, como aquél ídolo pagano que apartó por un instante el paño que cubría la cara radiante: brillaste para volver a desaparecer. Y de nuevo no estás, como tampoco estuviste en aquellas dos inacabables noches. ¿Qué nos ha quedado de ti? Solo unos recuerdos… ¿y qué son los recuerdos? ¿Se puede alimentar con ellos el corazón? La vida es un constante ir hacia delante. Bueno o malo, su fin está siempre ante nosotros. Además, tengo tan pocos recuerdos… a un hombre como yo no le bastan los recuerdos. ¿Con qué fin nos descubriste tu divino amor, si luego todo tenia que volver a ser como antes? Jesús, Señor de grandeza –seguía rezando-, has vencido a la muerte, pero no la has vencido en nosotros. Seguimos siendo un continuo morir. El hombre no está crecido a la estatura de Dios. Cuando te marchaste, los que siempre habían estado contigo, se abalanzaron sobre la piedra en que quedó la huella de tus plantas y comenzaron a besarla. Para ellos, que amaban tanto y te eran fieles, les basta una huella. Son tan ingenuos que imaginan poder llenarse con esto la vida. Pero yo no soy ingenuo. Y, además, creo que no te he amado. Te admiraba, te esperaba, y ahora creo en ti; pero no me está permitido decirte que te amo. Me has sacudido como un huracán sacude una casa; me has arrancado de los cimientos y has vuelto a colocarme en ellos; pero de un modo tan diferente que no puedo volver a sentirme el mismo de antes. Estoy inquieto, con la inquietud de la insatisfacción… necesito sentirte… el hombre, en su soledad, necesita tocar a alguien. Busca en torno suyo a un amigo, a una mujer, incluso a un perro. Quiere tener junto a sí a un ser viviente. Aunque sabe que esto es solo una ilusión, puesto que hasta el mejor amigo no lo comprenderá del todo, la mujer querrá, a su vez, que se la consuele y comparta su tristeza, el perro se marchará atraído por el ladrido de otro perro. Pero a mí no me quedan ni esta clase de ilusiones. ¡Rut ha muerto, José ha muerto…! ¡Y a ti no puedo tocarte!
Ellos son felices. Los elegiste y has llenado sus pequeñas vidas. A mí no me has elegido. He acudido a ti solo. Llamé tímidamente a tu puerta de noche. Soplaba un viento que aparecía súbitamente, duraba un corto tiempo, luego disminuía y desaparecía no sé dónde. Las ramas de los árboles se agitaban inquietas. Dicen que el viento hace crecer más de prisa lo árboles, que incluso el trigo se vuelve más fuerte cuando lo mece la brisa del mar Grande… tú también hablaste de él entonces. “¿Oyes este viento? –preguntaste-. Sopla de donde quiere”. Muchas veces, luego, he recordado tus palabras. He esperado la ráfaga proveniente de ti. La he esperado, pero no he sabido darte nada. Me avine a acoger tu cruz. Pero aquello fueron solo palabras. No hice como ellos, que abandonaron sus casas y todo lo suyo. Te recibí solo con la mitad de mi corazón. ¡Si me hubieras dicho algo! Soy una persona que necesita palabras claras e inteligibles. Una llamada. Una orden. Hasta el final no he sabido si me querías realmente y qué es lo que querías de mí. Me parecía que tu deseo era que escribiera una hagadá sobre ti. Pero ahora creo que también esto lo deseo sólo para mí. ¡Y de nuevo veo que no te amo!


Cartas de Nicodemo de Dobraczynski

martes, 28 de octubre de 2008

EL SENDERO DEL CAMPO


[Der Felweg]


Martin Heidegger


Traducción y nota de Sobine Langenheim y Abel Posse, publicada en el matutino La Prensa el 12 de agosto de 1979




Corre desde el portón del jardín hacia el Ehnried. Los viejos tilos del parque del castillo lo siguen con su mirada por encima de la muralla, ya cuando reluce claro hacia Pascuas entre los sembrados nacientes y los prados que despiertan, ya cuando se pierde, hacia Navidad, detrás de la colina cercana, bajo las nevadas. Al llegar al crucifijo campestre dobla hacia el bosque. Al bordearlo saluda al roble alto a cuyo pie hay un banco de rústica carpintería.
Sobre él había, a veces, algún escrito de grandes pensadores que una joven inhabilidad trataba de descifrar. Cuando los enigmas se agolpaban sin salida el sendero del campo ayudaba, pues guiaba serenamente el pie en lo sinuoso, a través de la amplitud de la sobria campiña.
De vez en cuando el pensamiento vuelve a aquellos escritos - o hace sus propias tentativas- y retoma la huella que el sendero traza a través de los campos.
Éste queda tan próximo del paso del que piensa como del paso del campesino que en la madrugada sale a guadañar.
Frecuentemente -con los años, el roble del camino induce al recuerdo de los juegos primeros y del primer elegir. Cuando -a veces caía bajo los golpes del hacha un roble en medio del bosque, el padre se apuraba a buscar a través de la foresta y los soleados claros, la madera que se le había asignado para su taller. Allí operaba lenta y cuidadosamente en las pausas de su trabajo, al ritmo del reloj de la torre y de las campanas, pues ambos sostienen su propia relación con el tiempo y la temporalidad.
De la corteza del roble cortaban los niños sus barcos que, provistos de remo y timón, navegaban en el arroyo Mettenbach o en la fuente Schulbrunnen. En los juegos, los viajes a través del mundo llegaban todavía fácilmente a su meta y lograban encontrar de vuelta las costas. La ensoñación de aquellos viajes permanecía envuelta en un brillo entonces todavía apenas visible, pero que existía sobre todas las cosas. ojo y mano de la madre delimitaban su reino. Era como si su tácito cuidado abrigara toda esencia.
Aquellos viajes del juego no sabían aún de las travesías en las cuales toda orilla queda atrás. Pero, en cambio, la dureza, y el perfume de la madera del roble empezaban a hablar más perceptiblemente de la lentitud y constancia con las cuales crece el árbol. El roble mismo decía que sólo en tal crecimiento está fundamentado lo que perdura Y fructifica: que crecer significa abrirse a la amplitud del cielo y -al mismo tiempo- estar arraigado en la oscuridad de la tierra, que todo lo sólidamente acabado prospera sólo cuando el hombre es de igual manera ambas cosas: dispuesto a la exigencia del cielo supremo y amparado en la protección de la tierra sustentadora.
Eso es lo que sigue diciéndole el roble al sendero que pasa con seguridad a su lado. El camino recoge todo lo que tiene sustancia en su entorno y le aporta la suya a quien lo recorra. Los mismos sembrados y ondulaciones de la pradera acompañan al sendero en cada estación en una siempre cambiante vecindad. Sea que las montañas de los Alpes se sumerjan en el crepúsculo sobre los árboles; sea que -donde el sendero salta sobre la ondulación de la colina- ascienda la alondra en la mañana estival; sea que el viento del Este llegue atormentado desde la región donde está la aldea natal de la madre; sea que un leñador cargue al anochecer, rumbo a la cocina del hogar, su haz de leña; sea que regrese el carro de la cosecha balanceándose en los surcos del camino; sea que los niños recojan al borde del prado las primeras flores de primavera; sea que la niebla mueva sobre la campiña durante días su lobreguez y su peso: siempre y en todas partes rodea al camino del campo el consejo alentador de lo mismo:
Lo sencillo conserva el enigma de lo perenne y de lo grande. Sin intermediarios y repentinamente penetra en el hombre y requiere, sin embargo, una larga maduración. Oculta su bendición en lo inaparente de lo siempre mismo. La amplitud de todas las cosas crecidas, que permanecen junto al sendero nos otorga mundo. En lo tácito de su lenguaje, Dios es recién Dios, como lo señala Meister Eckhardt, ese viejo maestro de la vida y de los libros.
Pero el consejo alentador del camino del campo habla solamente mientras haya hombres que, nacidos en su ámbito, puedan oírlo. Ellos son siervos de su origen pero no sirvientes de maquinaciones.
Cuando el hombre no está en el orden del buen consejo del camino del campo, trata en vano de ordenar el globo terráqueo con sus planes. Amenaza el peligro que los hombres de hoy permanezcan sordos a su lenguaje. A sus oídos llega sólo el ruido de los aparatos que toman por la voz de Dios. El hombre deviene así distraído y sin camino. Al distraído lo sencillo le parece uniforme. Lo uniforme harta. Los hastiados encuentran solo lo indistinto. Lo sencillo escapó. Su quieta fuerza está agotada.
Disminuye rápidamente, por cierto, el número de aquellos que conocen todavía lo sencillo como su propiedad adquirida. Pero los pocos serán en todas partes los que permanecerán. Gracias a la suave fuerza del sendero del campo, podrán alguna vez perdurar frente a las fuerzas colosales de la energía atómica, artificio del cálculo humano y atadura de su propia acción.
El buen consejo del sendero del campo despierta un sentido que ama lo libre y que trasciende, en el lugar adecuado, la turbia melancolía hacia una ultima serenidad. Combate la necedad del mero trabajar que efectuado sólo porque sí, fomenta únicamente la inanidad.
En el aire del sendero del campo, que cambia según la estación, prospera la sabia serenidad, cuyo aspecto parece a veces melancólico.
Este saber amable es la serenidad campesina[i]. No la adquiere quien no la posea. Los que la poseen, la tienen del sendero del campo. Sobre su senda se encuentran la tormenta invernal y el día de la cosecha; el ágil estremecimiento de la primavera y el calmo morir del otoño; se contemplan mutuamente el juego de la juventud y la sabiduría de la vejez. Pero en una sola consonancia, cuyo eco el sendero del campo lleva y trae silenciosamente consigo, todo queda armonizado.
La sabia serenidad es un portal hacia lo eterno. Su puerta gira en goznes que han sido alguna vez forjados de los enigmas de la existencia por un herrero conocedor.
Desde el Ehnried regresa el sendero al portón del jardín. Pasando por la última colina, su estrecha cinta conduce por una llana hondonada hasta la muralla de la ciudad. Brilla opaco en el resplandor de las estrellas. Detrás del castillo se eleva la torre de la iglesia de San Martín. Lentamente, casi con retardo, resuenan once campanadas en la noche. La vieja campana cuyas sogas frecuentemente frotaron manos de niño hasta calentarse, tiembla bajo los golpes del martillo de las horas, cuya cara sombría-graciosa nadie olvida.
El silencio se vuelve aún más silencioso con la última campanada. Alcanza a aquellos que en dos guerras mundiales fueron sacrificados antes de tiempo. Lo sencillo se ha vuelto aún más sencillo. Lo siempre mismo extraña y libera. El consejo alentador del sendero del campo es ahora muy claro.
¿Habla el alma? ¿Habla el mundo? ¿Habla Dios?
Todo habla de la renuncia en lo mismo Esta renuncia no quita. La renuncia da. Da la inagotable fuerza de lo sencillo. Ese buen consejo hace morar en un largo origen.


Martin Heidegger




(tomado de Sitio creado y actualizado por Horacio Potel)

lunes, 6 de octubre de 2008

Mis noches blancas: Tus ojos el abismo donde muere mi razón.


‑¿Es posible que haya vivido usted toda su‑ vida como dice?
‑Toda mi vida, Nastenka ‑contesté‑. Toda ella, y al parecer así la acabaré.
‑No, imposible ‑replicó intranquila‑. Eso no. Puede que yo también pase la vida entera junto a mi abuela. Oiga, ¿sabe que vivir de esa manera no es nada bonito?
‑Lo sé, Nastenka, lo sé ‑‑exclamé sin poder conte­ner mi emoción‑. Ahora más que nunca sé que he malgastado mis años mejores. Ahora lo sé, y ese cono­cimiento me causa pena, porque Dios mismo ha sido quien me ha enviado a usted, a mi ángel bueno, para que me lo diga y me lo demuestre. Ahora que estoy sen­tado junto a usted y que hablo con usted me aterra pen­sar en el futuro, porque el futuro es otra vez la sole­dad, esta vida rutinaria e inútil. ¿Y ya con qué voy a sonar, cuando he sido tan feliz despierto? ¡Bendita sea usted, niña querida, por no haberme rechazado desde el primer momento, por haberme dado la posibilidad de decir que he vivido al menos dos noches en mi vida!
‑¡Oh, no, no! ‑exclamó Nastenka con lágrimas en los ojos‑. No, eso ya no pasará. No vamos a separarnos así. ¿Qué es eso de dos noches?
‑¡Ay, Nastenka, Nastenka! ¿Sabe usted por cuánto tiempo me ha reconciliado conmigo mismo? ¿Sabe usted que en adelante no pensaré tan mal de mí como he pensado otras veces? ¿Sabe usted que ya no me causará tristeza haber delinquido y pecado en mi vida, porque esa vida ha sido un delito, un pecado? ¡Por Dios santo, no crea que exagero, no lo crea, Nastenka, porque ha habido momentos en mi vida de mucha, de muchísima tristeza! En tales momentos he pensado que ya nunca sería capaz de vivir una vida auténtica, porque se me antojaba que había perdido el tino, el sentido de lo genuino, de lo real, y acababa por maldecir de mí mis­mo, ya que tras mis noches fantásticas empezaba a tener momentos de horrible resaca. Oye uno entre tan­to cómo en torno suyo circula ruidosamente la muche­dumbre en un torbellino de vida, ve y oye cómo vive la gente, cómo vive despierta, se da cuenta de que para ella la vida no es una cosa de encargo, que no se des­vanece como un sueño, como una ilusión, sino que se renueva eternamente, vida eternamente joven en la que ninguna hora se parece a otra; mientras que la fanta­sía es asustadiza, triste y monótona hasta la trivialidad, esclava de la sombra, de la idea, esclava de la primera nube que de pronto cubre al sol y siembra la congoja en el corazón de Petersburgo, que tanto aprecia su sol. ¿Y para qué sirve la fantasía cuando uno está triste? Acaba uno por cansarse y siente que esa inagotable fantasía se agota con el esfuerzo constante por avivarla. Porque, al fin y al cabo, va uno siendo maduro y de­jando atrás sus ideales de antes; éstos se quiebran, se desmoronan, y si no hay otra'vida, la única posibilidad es hacérsela con esos pedazos. Mientras tanto, el alma pide y quiere otra cosa. En vano escarba el soñador en sus viejos sueños, como si fueran ceniza en la que busca algún rescoldo para reavivar la fantasía, para re­calentar con nuevo fuego su enfriado corazón y resu­citar en él una vez más lo que antes había amado tanto, lo que conmovía el alma, lo que enardecía la sangre, lo que arrancaba lágrimas de los ojos y cautivaba con espléndido hechizo. ¿Sabe usted, Nastenka, a qué punto he llegado? ¿Sabe usted que me siento obligado a cele­brar el cumpleaños de mis sensaciones, el cumpleaños de lo que antes me fue tan querido, de lo que en reali­dad no ha existido nunca? Porque ese cumpleaños es el de cada uno de esos sueños inanes e incorpóreos, y esos sueños inanes no existen y no hay por qué sobrevivirlos. También los sueños se sobreviven. ¿Sabe usted que ahora me complazco en recordar y visitar en fechas determinadas los lugares donde a mi modo he sido feliz? ¿Que me gusta elaborar el presente según la pauta del pasado irreversible? ¿Que a menudo corro sin motivo como una sombra, triste, afligido, por las calles y callejas de Petersburgo? ¡Y qué recuerdos! Recuerdo por ejemplo, que hace un año justo, justamente a esta hora, pasé por esta acera tan solo y tan triste como lo estoy en este instante. Y recuerdo que también entonces mis sueños eran deprimentes. Sin embargo aunque el pasado no fue mejor, piensa uno que quizá no fuera tan agobiante, que vivía uno más tranquilo que no tenía este fúnebre pensamiento que ahora me sobrecoge, que no sentía este desagradable y sombrío cosquilleo de la conciencia que ahora no me deja en paz a sol ni a sombra. Y uno se pregunta: ¿dónde, pues están tus sueños? Sacude la cabeza y dice: ¡qué de prisa pasa el tiempo! Vuelve a preguntarse: ¿qué has hecho con tus años?, ¿dónde has sepultado los mejores días de tu vida?, ¿has vivido o no? ¡Mira, se dice uno mira cómo todo se congela en el mundo! Pasarán más años y tras ellos llegará la lúgubre soledad, llegará báculo en mano la trémula vejez, y en pos de ella la tristeza y la angustia. Tu mundo fantástico perderá su colorido, se marchitarán y morirán tus sueños y caeran como las hojas secas de los árboles. ¡Ay, Nastenka será triste quedarse solo, enteramente solo, sin tener siquiera nada que lamentar, nada, absolutamente nada! Porque todo eso que se ha perdido, todo eso no ha sido nada, un cero redondo y huero, no ha sido más que un sueño.

viernes, 29 de agosto de 2008

¡Había la Luna!

imagen, portada revista Huellas

“Subía arriba, arriba, arriba desde el vientre de la montaña, sin placer, más bien miedoso de la liberación cercana. Y no veía todavía el hoyo, que allá arriba se abría como un ojo claro, de una deliciosa claridad de plata.
Se dio cuenta sólo cuando se encontraba en los últimos escalones. En principio, aunque le pareciera extraño, pensó que fueran los fulgores finales del día. Sin embargo la claridad crecía, crecía cada vez más, como si el sol, que él había visto anochecer, hubiera vuelto a aparecer.
¿Posible?
Se quedó –en cuanto desembocó al aire libre- pasmado. La carga se le cayó de los hombros. Levantó un poco los brazos; abrió las manos negras en aquella claridad de plata.
Grande, plácida [sosegada], como en un fresco luminoso océano de silencio, se encontró cara a cara con la Luna.
Sí, él sabía, sabía qué cosa era; pero de la misma manera en que se saben muchas cosas, a las que nunca se ha dado importancia. y, ¿qué le podía importar a Ciaula, que en el cielo hubiera la Luna?
Ahora, sólo ahora, así desembocado, por la noche, del vientre de la tierra, él la descubría.
Extasiado, cayó a sentarse sobre su carga…Allí está, allí está, la Luna…!Había la Luna! ¡La Luna!
Y Ciaula se puso a llorar, sin saberlo, sin quererlo, por el gran consuelo, por la gran dulzura que sentía por haberla descubierto, allá, mientras ella subía por el cielo, la Luna, con su amplio velo de luz, a oscuras de los montes, de los llanos, de los valles que alumbraba, a oscuras de él, que gracias a ella ya no tenía miedo, ni tampoco se sentía cansado, en la noche ahora llena de su estupor”. (Ciaulla, Pirandello)

jueves, 21 de agosto de 2008

Un comentario a Levinas y el antiplatonismo: "La inagotable riqueza de su acontecimiento"


"Pareciera que los barcos se alejan cada vez más de la isla, que solo parece isla porque la vemos pequeña ya que solo la miramos a la rápida y desde lejos, siempre manteniendo cierta distancia por temor a implicarnos y volvernos parte. Son barcos que se alejan porque no creen si quiera que sea verdad, no creen o no quieren creer que haya una verdad. El tercer factor debería desvelarse a nosotros los traductores por excelencia, la isla debería existir, para que los barcos se conectaran, para que pudiéramos realmente traducir; en todo caso esta sería una gran tarea, ¡solo bastaría que el imposible existiera!”(extracto de otro ensayo)




La inagotable riqueza de su acontecimiento
Por Valeska Cabañas



Nuevamente haciendo referencia a los trabajos anteriores, e intentando hacer una conexión entre estos y el presente, “El antiplatonismo de la filosofía contemporánea de la significación”, quisiera partir desde la hipótesis de que al parecer Levinas es de los que afirma por lo menos que la “isla” existe, e intenta aquí presentarnos de qué forma podría recorrerse el camino (por eso antiplatonismo), si es que lo hubiese, para acercarse, o por lo menos mirar desde lejos (por su infinitud o en sus palabras “inagotable riqueza”) y con asombro su abscondidad por el mismísimo Misterio que se reconocería a través del acontecimiento (en las obras). Levinas comienza hablándonos del ser, con lo cual nos lleva hacia una pregunta mucho más amplia (dado que la traducción nos lleva necesariamente al ámbito de la ontología); tomando este ser como una significación o como el lenguaje superior en lenguaje Benjaminiano; pero no como un imposible a través de la experiencia que se da en la vida y las obras, sino que esta misma sería el instrumento para el conocimiento del ser… sí, como el Deus Absconditus de Heidegger, ese que aparece y reaparece o que no se desvela del todo en las obras de los pintores, en los poemas de los poetas, en las filosofías de los filósofos, etc … este Ser, Dios o Significado siempre estaría escondiendo algo o simplemente quedando fuera de la medida de quienes intentan acercársele dado su grandeza, pero que como la mención que hace Levinas de Merleau-Ponti: “Esa diversidad de expresión no traiciona al ser, sino que hace relucir la inagotable riqueza de su acontecimiento” . Por eso sería a través del Tiempo donde podríamos encontrar esta relación con el ser…a través del tiempo, las obras y las culturas podríamos reconstruir o decodificar el ser, y esta sería no solo una vía de tal reconocimiento, sino la únicas posible.



Un reconocido teólogo del siglo pasado, Von Balthasar, dice que la dinámica de asombro contante se da también en Dios, sería un vértigo para Él mismo reconocerse en las obras y a la vez ser mucho más, y sin embargo, estar un poco des-cifrado para los hombres y re-conocido a través de la experiencia, pero jamás desvelado del todo, así como se da también en la traducción, ya que es casi imposible llevarla a cabo del todo de un lenguaje a otro. Frente a esto podemos sentir el vaso medio vacío o medio lleno, podemos detenernos, pararnos o ir en búsqueda de ella, así como el intento que en todos los ámbitos en que se mueve el ser humano se intenta.



Es entonces cuando percibimos la idea que ya desde el titulo, que a pesar de ser bastante extenso, Levinas intenta entregarnos, o más bien que debería intentar despegar de ello. El antiplatonismo como realismo, como apegarse a los hechos dramáticamente en una viva relación con el ser a través de tanto su presencia como su ausencia; relación que incluso podría darse en cuanto a la búsqueda del sí-mismo o la existenz de Kalr Jaspers, con este Geist que deviene desde la Trascendecia para hacernos despertar e intentar des-cifrar a través de las obras (nunca realizadas del todo, sino despertando y trepidando el ser-ahí), el ser se desvelaría en la medida que quiere ser desvelado, pero lo haría y seríamos nosotros los traductores en cada uno de los actos que llevamos a cabo, o incluso a través de lo que somos. Éste sería el intento de la traducción en cuanto al antiplatonismo, considerando que el significado exista, o que por lo menos debería existir. Si los barcos existen, ¿Dónde podrían desembarcar? , ¿para qué existen los barcos si no para una búsqueda de sentido? Finalmente me queda la pregunta de para qué buscamos una traducción, para mí conmigo misma no la necesito, sino solamente en la relación con un otro, ¿la traducción es entonces también un intento de comunión (de comunión-liberación)? Por mi parte me rendiría ante el ser, en mi imposibilidad de conocerle del todo, pero sólo a través de ello podría concebir una verdadera traducción y con ello ser fiel a la tierra y a la realidad, prefiriendo modificar mi pensamiento que intentar moldear la realidad, despertando al ser, y hasta pidiendo que me asimile a sí. Descubriendo que mi pensamiento o mi filosofía lleva por detrás y en sí misma todo un pueblo, como el piloto que cree descubrir una nueva isla, pero dado un tiempo se da cuenta de que no la había descubierto él, entonces pasa en unos cuantos minutos por todos los grados de la escala patética, desde las fascinaciones y terrores de arrojarse a lo desconocido, hasta la humanísima seguridad de volver a lo familiar y propio, pero para ello necesariamente hay que partir de que la isla existe, así como Levinas lo ha hecho, y así como los hechos, en su inagotable riqueza nos lo demuestran.

lunes, 18 de agosto de 2008

¡Dios mìo, què saltos me haces dar!


"Todos hemos leído en los libros de ciencia, y aun seguramente en las novelas, el caso de aquel individuo que olvidó su nombre: discurra por las calles, viéndolo y admirandolo todo, solo que sin acordarse de quién era. Y bien: todos somos como aquel individuo. Todos los hombres se han olvidado de quienes son. Podemos entender el cosmos, pero nunca el ego, porque el propio yo está más distante que las estrellas. Podrás amar a tu Dios, pero no podrás conocerte. Bajo igual calamidad nos doblamos todos: que hemos olvidado nuestros nombres, que hemos olvidado quiénes somos en realidad. Todo eso que llamamos sentido común, sentido práctico y positivismo sólo quiere decir que, para ciertos aspectos muertos de la vida, olvidamos que hemos olvidado. Y todo lo que se llama espíritu, arte o éxtasis, sólo significa que, en horas terribles, somos capaces de recordar que hemos olvidado. Pero aunque, como el desmemoriado del cuento, vamos por las calles con cierta inconsciente admiración, con legítima admiración. Y en el asombro hay siempre un elemento positivo de plegaria. Y ésta es nuestra primera piedra que conviene plantar en nuestro viaje por el país de las hadas.(...) Por ahora sólo trato de describir esas enormes emociones que parecen no admitir descripción. Y la más enérgica de todas consiste en que la vida es tan preciosa como enigmática; en que es un éxtasis, por lo mismo que es una aventura, y en que es una aventura, porque toda ella es una oportunidad fugitiva. No padecía a mis ojos, la bondad esencial de los cuentos de hadas porque hubiera más dragones que princesas; y, de todos modos, era deseable vivir en aquel mundo. La prueba de la dicha es la gratitud, y yo me sentía agradecido sin saber a quién agradecer. Los niños sienten gratitud cuando San Nicolás colma sus mediecitas de juguetes y bombones. ¿y no había yo de agradecer al santo cuando pusiera, en vez de dulces, un par de maravillosas piernas dentro de mis medias? Agradecemos los cigarrillos y pantuflas con que nos regalan el día de nuestro cumpleaños ¿Y a nadie había yo de agradecer ese gran regalo de cumpleaños que es ya de por sí mi nacimiento? Quedaban, pues, establecidos dos sentimientos primarios como indiscutibles e irrevocables: el mundo era un choque, pero no precisamente desagradable; la existencia, una sorpresa, pero también agradable. De hecho mis primeras opiniones del mundo se expresan muy exactamente por medio de esta adivinanza que me persigue desde niño: `pregunta:¿qué dijo la primera rana? respuesta: ¡Dios mío, qué saltos me haces dar!`. Esto contiene, como en cifra cuanto acabo de decir. Dios hace saltar a la rana; pero saltar es lo que más le gusta a la rana." (Chesterton- "Ortodoxia")

sábado, 12 de julio de 2008

“Quis non redemaret? ¿Quién no devolvería un amor como este?”


“Yo busqué quien se pusiese frente a la brecha frente a mí, a favor de la tierra, para que yo no la devastase, y no lo hallé”(Ezeq., 22- 30) “Aquellas palabras le alucinaban. No le abandonaron en toda la mañana. Le habían sugerido el cuadro de una ciudad sitiada con una brecha en el muro. Veía a un caballero solitario, de pie en la brecha, como única defensa para todo el pueblo. La imagen hizo vibrar su sangre marcial. Pero lo que le encogió el corazón en la Sala Capitular y seguía angustiándole ahora, era el triste lamento de la última frase: “…y no le hallé”. Se preguntó si el Señor tendría más éxito en la actualidad. No podía liberarse de la idea de que en aquel pasaje había algo personal y dedica a él precisamente. Tal pensamiento le acompañaba obstinado desde el amanecer. Al contemplar ahora las llamas que subían atrevidas, en lugar de ver el triángulo amarillo y oro transparente con base azulada, solo veía la boca de una brecha en la muralla y, más allá de su abertura, un Dios colérico dispuesto a ejecutar la justicia.”
He buscado a quien…, y no lo hallé- murmuró Roberto.
¡Creo que Dios está buscando un hombre que defienda la brecha!"
(San Roberto, el rebelde- Tres monjes rebeldes)

miércoles, 2 de julio de 2008

Quando uno ha il cuore buono


Imagen: pintura de Caravaggio


Quando uno ha il cuore buono
non ha più paura di niente :
è felice di ogni cosa,
vuole amare solamente.

Quante volte ti ho chiamato per nome,
quante volte ho cercato di te,
ma tu fuggi e ti nascondi,
vorrei proprio sapere perchè.

Quando uno ha il cuore buono
non ha più paura di niente :
è felice di ogni cosa,
vuole amare solamente.

Poco dopo è calata la notte,
la tua voce ho sentito gridar,
io ti dico ritorna alla casa,
il mio amore è più grande del mar.

Quando uno ha il cuore buono
non ha più paura di niente:
è felice di ogni cosa,
vuole amare solamente.

Tu hai sentito chiamare il tuo nome,
non puoi certo scordarlo mai più,
su non fingere di essere sordo,
puoi rispondermi solo tu.

Quando uno ha il cuore buono
Non ha più paura di niente:
è felice di ogni cosa,
vuole amare solamente.

Claudio Chieffo

domingo, 15 de junio de 2008

Ya puedo Amar


Esa noche no esperaba dormir, mucho menos soñar, el temor,
el vértigo por lo que se acercaba, hace un par de días la traía así.
Ánimos extraños, ganas de todo y de nada,
porque nada podía llenar el vacio que a ratos odiaba,
los peores y los mejores sentimientos pasaban por su alma
(si es que se pueden definir así, sólo por llamarle de alguna manera y denotar su diferencia),
era como una tremenda lucha,
incluso quien creía amar era ahora un desconocido,
sí, un desconocido pero que en sueños volvía a conocer,
a redescubrir,
algo los conectaba más allá de los cuerpos,
algo provocaba todo su ser,
algo le con-movía hasta el punto de identificar tal vacio,
no para olivarlo, si no enfrentarlo,
reconocerlo ,
entonces la calma no volvió,
pero el sueño terminó y hoy…
hoy ya puedo amar

domingo, 8 de junio de 2008

¿Hay un hombre que quiere la vida y desea días felices?

"Aun los apresuramientos y éxtasis de su vida tendrían entonces la rigidez de la muerte. El sol sale todas las mañanas. Yo, en cambio, no puedo decir que me levanto todas las mañanas; pero la variación no se debe tanto a mi actividad cuanto a mi inactividad. Y, para decirlo con sencillez, posible es que salga el sol todas las mañanas porque no se cansa de salir; de suerte que su rutina puede venirle, no de escasez de vida, sino de superabundancia vital. Esto puede observarse muy bien en los niños, cuando dan con algún juego que les entretiene. Un niño se pasa horas enteras saltando, y no por falta, sino por exceso de vida. Porque a los muchachos lo que les está sobrando es la vida; porque sus ánimos son libres y audaces, y por eso necesitan siempre repetir los mismos actos. Constantemente están gritando: "¡Que lo haga otra vez!" Y las personas mayores tienen que seguir insistiendo una y otra vez hasta que se mueren de cansancio. Porque las personas mayores no son bastante fuertes para regocijarse con la monotonía. Pero parece que Dios sí lo fuera. Tal vez Dios le vuelve a decir al sol todas las mañanas: "¡Que lo haga otra vez!"; y a la luna todas las noches: "¡Que lo haga otra vez!" Si todas las margaritas son semejantes, no hay por qué atribuirlo a una necesidad mecánica. Dios crea cada margarita separadamente, pero nunca se cansa de crearlas. Puede ser que Él tenga el apetito eterno de la infancia. Porque nosotros hemos pecado y envejecemos, pero nuestro Padre es más joven que nosotros". ("Ortodoxia"- Chesterton)

domingo, 18 de mayo de 2008

¿Qué haces Luna en el cielo?


En la poesía de Leopardi “Canto nocturno de un pastor errante del Asia”, se describen tres movimientos paralelos. El primero, el de la luna, es signo de un Misterio que no se desvela al hombre; el segundo, el del pastor, representa el hombre, aquel nivel del cosmos que se plantea la pregunta acerca de la totalidad de la realidad; el tercero, el del rebaño, que muestra que el animal, a diferencia del hombre, cuando satisface sus necesidades físicas, no tiene más deseos.

“ ¿Qué haces, luna, en el cielo? Dime, ¿qué haces,
silenciosa luna?
Sales de noche, vas
contemplando los desiertos, y luego te escondes.
¿No estás aún fatigada
de recorrer las sempiternas vías?
¿No te toma el hastío todavía, y aún deseas
mirar estos valles?
Se parece a tu vida
la vida del pastor.
Sale al alborear,
lleva el ganado por el campo, y contempla
rebaños, fuentes, prados.
Luego, cansado, reposa por la noche
y nada más espera.
Dime, oh luna, ¿para qué le sirve [a qué le vale]
al pastor su vida,
y a ti la tuya? Dime ¿a dónde tiende
este mi vagar breve
y tu curso inmortal? […]
Nace el hombre a la pena,
y es un riesgo de muerte el nacimiento.
Prueba dolor y tormento
enseguida; y en el principio mismo la madre y el padre
tienen que consolarle por haber nacido.
Luego que va creciendo,
uno y otro le sostienen, y así siempre
con hechos y con palabras se afanan en animarle
y en consolarle del humano estado:
otro oficio más grato
no hay para unos padres que cuidar a sus hijos.
Pero ¿por qué dar a luz,
por qué mantener la vida
a quien es necesario consolar por ella?
Si la vida es una desgracia
¿por qué para nosotros dura tanto?
Intacta luna, así
es el estado mortal.
Pero tú mortal no eres,
y tal vez lo que digo no te importa.
Aunque tú, solitaria, eterna peregrina,
que eres tan pensativa, tú tal vez entiendas
este vivir terreno,
nuestro pesar [padecer], y suspirar qué significa;
qué es este morir, esta suprema
palidez del semblante
y faltar de la tierra y apartarse
de todo usual y amante compañía.
Y tú ciertamente comprendes
el porqué de las cosas, y ves el fruto
de la mañana, de la noche,
del callado, infinito andar del tiempo.
Tú ciertamente sabes a qué dulces amores
ríe la primavera,
a quién ayuda el verano, y qué consigue
el invierno con sus hielos.
Mil cosas sabes tú, miles descubres,
que al sencillo pastor quedan ocultas.
Frecuentemente cuando yo te miro
tan muda estar en el desierto llano,
que en su lejano horizonte confina con el cielo,
o bien con mi rebaño
seguirme en mi camino lentamente
y cuando miro en el cielo arder las estrellas,
me digo, pensativo:
¿Para qué tantas luces?
¿Qué hace el aire sin fin, y esa profunda
infinita serenidad? Qué significa esta
soledad inmensa? Y yo, ¿qué soy?
Conmigo así razono; y de ese espacio
desmesurado y soberbio, y de esa innumerable familia,
después de tanto obrar, de tanto movimiento
de las cosas celestes y terrenas,
girando sin reposo
para volver allá donde empezaron,
utilidad alguna, fruto alguno
adivinar no sé. Pero tú, ciertamente,
doncella inmortal, tú sí lo sabes todo.
Yo sólo conozco y siento
que de los eternos giros,
y que de mi ser frágil
algún bien y contento
tal vez obtenga otro; para mí la vida es solamente mal.

Rebaño mío, que descansas. ¡Oh dichoso tú
que tu miseria, creo, ignoras!
¡Cuanta envidia te tengo!
No sólo porque de los afanes
casi libre te hallas;
que toda ansia, todo daño,
todo temor olvidas pronto,
sino porque jamás pruebas el tedio [tristeza, percepción de la insuficiencia de la realidad].
Cuando descansar a la sombra, en la hierba,
tú estás quieto y contento,
y gran parte del año
sin aburrimiento pasas en aquel estado.
Pero yo me siento en la hierba, a la sombra,
y el hastío [una molestia] me invade
la mente, y un aguijón me punza
de tal modo que, descansando, más que nunca estoy lejos
de hallar paz y lugar. […]
[Al rebaño]Si supieses hablar yo te preguntaría:
Dime, ¿por qué yaciendo
sin cuidado, ocioso,
se contenta todo animal,
y a mí el tedio me asalta si reposo?

Quizá si tuviese alas
para volar hasta las nubes
y contar las estrellas una a una,
o como el trueno errar de cumbre en cumbre,
sería más feliz, dulce rebaño mío,
sería más feliz, cándida luna.
O tal vez se equivoca, al ver la suerte ajena, mi pensamiento:
tal vez en toda forma, en todo estado,
cualquiera que sea o cubil o cuna,
es funesto a quien nace el nacimiento”.

lunes, 5 de mayo de 2008


La vocacion de San Mateo de Caravaggio... indescriptible... apasionante escena... un hecho verdaderamente sorprendente!




Clase de Práctica
Santiago de Chile, 16 abril, 2008

¿Por qué existe la voz? (y no la nada…)


¿Habrá una filosofía en que verdaderamente se hable del hombre? ,de su relación con el otro sin caer en una suerte de dualismo, es decir, de separar "teoría" de lo que realmente se vive. Entonces encuentro esta frase que dijo alguna vez (y que funda su filosofía y vida) Emannuel Levinas: "El rostro del otro es el lugar en el que el uno para el otro, emerge la promesa de Dios: tú no morirás"; me centro en lo que llamamos Dios, y es precisamente este deseo que surge en la relación con el otro (otro-Otro), el reconocimiento, el dejarse interpelar; no se trata de una idea inventada, mas bien el reconocimiento de lo más humano y es esa promesa: "tú no morirás". Este deseo, o signo como le llamaría Levinas, ¿ es acaso demasiado irracional, demasiado impulsivo?, Kierkegaard ha dicho que los verdaderos hombres, los "grandes" son los que esperan lo imposible, ¿es esto irracional? o es simplemente la grandeza del reconocimiento?. Puedo ignorar la pregunta, puedo negar que tenga un sentido, sin embargo no puedo dejar de reconocer que "todo tú eres una pregunta a la que no sé dar respuesta"... ¿no será más irracional crear ese límite?


"¿Ser o no ser?" Es hasta hoy la pregunta en la que se encuentra el hombre... Ser o no ser... hace un par de siglos hubo uno de estos grandes que esperaban lo imposible que respondió, y no pudo hacer de su respuesta algo más simple que el solo mirar la realidad, el rostro del otro: "Ser, definitivamente!" (En "Santo Tomás de Aquino" escribió Chesterton: " Si supuestamente el enfermizo intelectual renacentista dice:" ser o no ser, he ahí la pregunta", indudablemente el obeso doctor medieval replica con voz de trueno:"Ser, he ahí la respuesta". Es un punto importante; muchos con cierta lógica, hablan del Renacimiento como la época en que ciertos hombres empezaron a creer en la vida. Los medievales habían puesto muchas restricciones, y algunas restricciones excesivas a la universal hambre humana, frenesí incluso de vida. Esas restricciones se habían expresado a menudo en términos fanáticos y rabiosos; los términos de quienes se resisten a una gran fuerza natural; la fuerza de los hombres que deseaban vivir. Nunca, hasta que empezó el pensamiento moderno, realmente tuvieron que luchar con hombres que desearan morir. "). Siempre existe la posibilidad de que seamos la nada, esto me hace ver que la esperanza de que haya "algo más" no es a ciegas, sino una verificación, una atención y una pasión por los signos, por la verdad, una búsqueda (quizá la única) que no niega nada, que considera todos los factores; debe haber un punto en que se haga una certeza, en la cual ya, el negar el ser sería una "irracionalidad".


A continuación unos textos que no puedo dejar de considerar para intentar dar una respuesta a la pregunta...
"Aquel aburrimiento significa que, en las cosas, nosotros buscamos, apasionadamente y dondequiera, algo que las cosas no poseen. Se busca y se nos esfuerza de tomar las cosas así como se quisiera que sean, de buscar en ellas aquel peso, aquella seriedad, aquel ardor y aquella fuerza cumplida de las que se tiene sed: y no es posible. Las cosas son finitas. Todo lo que es finito es defectuoso. Y el defecto constituye una desilusión para el corazón, que anhela al absoluto. La desilusión se alarga, se convierte en el sentimiento de un gran vacío. No hay nada por el cual merezca la pena existir. No hay nada que sea digno de que nosotros nos ocupemos de ello. Nosotros sentimos una insatisfacción especialmente violenta por lo que es finito. Precisamente el hombre melancólico está más profundamente en relación con la plenitud de la existencia. Por mi cuenta, yo creo que más allá de cualquier consideración médica y pedagógica, su significado está en la existencia del absoluto. El infinito testimonia sobre sí, en el interior del corazón. La melancolía es expresión del hecho de que nosotros somos criaturas limitadas, sin embargo vivimos puerta a puerta con…pues bien, dejemos en fin el término demasiado prudente y abstracto de "absoluto"; escribamos, en su lugar, lo que sólo le corresponde: vivimos puerta a puerta con Dios. Somos llamados por Dios, elegidos para acogerlo en nuestra existencia. La melancolía es el precio del nacimiento de lo eterno en el hombre. La melancolía es la inquietud del hombre que advierte la cercanía del infinito. Beatitud y amenaza al mismo tiempo." (R. Guardini, Retrato de la melancolía)


No pretendo armar o dar una respuesta hoy (no porque no quiera, muy por el contrario) al por qué de la voz, o si el hecho de que tal voz exista certifica la existencia de un infinito que responda, infinito del cual Levinas nos ha hablado, y que Guardini describe mucho mejor que yo; sólo quería recordar que por lo menos en las relaciones más humanas este se manifiesta, y eso no se puede negar.


El título de este ensayo presenta una inquietud , la de un escritor (la mia tambien, por supuesto!) y poeta sueco del siglo pasado, el pesimista Lagerkvist, que en su poema decía así:


"Por qué está [yace ] una criatura en el fondo de las tinieblas
¿E invoca algo que no existe?
No hay ninguno que oiga la voz
que resuena en las tinieblas.
Entonces, ¿Por qué la voz existe?"


Para empezar una "respuesta", pero no para cerrar la cuestión... porque a veces siento que los personajes de Dostoevski están más vivos que nunca…


"Seguramente volveré otra vez a perderme, mientras que no me dé cuenta de lo que estoy predicando, o sea con que palabras y actos, porque no es fácil llevar al cabo esta tarea. Todo esto está perfectamente claro para mí, pero decidme: ¿quién no se ha perdido nunca? Todos nosotros estamos dirigidos hacia un punto muy claro, o por lo menos intentamos hacerlo, desde el hombre más sabio hasta el último de los criminales, sólo elegimos caminos diferentes. Esta es una vieja verdad, pero ahora hay algo nuevo: yo no puedo perderme del todo. Porque yo he visto la verdad, he visto y sé que los hombres pueden ser hermosos y felices sin perder la capacidad de vivir en la tierra. Yo no quiero y no puedo creer que el mal sea lo normal para los hombres. Desgraciadamente ellos no hacen más que reírse de esta fe mía. Pero ¿cómo puedo no creer en ella? Yo he visto la verdad, no me la he inventado, le he visto, la he visto, y su imagen viviente ha colmado mi corazón para siempre. La he visto en una integridad tan completa que no puedo creer que no exista. Entonces ¿cómo puedo perderme?. Me desviaré, claro, más de una vez, y puede que hable con palabras no mías, pero no por mucho tiempo: la imagen viva que yo he visto estará siempre en mí, a lo mejor reclamándome si es necesario, pero dirigiéndome siempre hacia el recto camino. Yo he visto con mis ojos, aunque no consiga contar bien lo que he visto" (F. Dostoevski)


Entonces continúo, todo tú (Tú) eres una pregunta... a la que no sé dar respuesta...


Vale Cabañas

martes, 15 de abril de 2008

Ser, definitivamente!!


( del gran Van Gogh)


"Seguramente volveré otra vez a perderme, mientras que no me dé cuenta de lo que estoy predicando, o sea con que palabras y actos, porque no es fácil llevar al cabo esta tarea. Todo esto está perfectamente claro para mí, pero decidme: ¿quién no se ha perdido nunca? Todos nosotros estamos dirigidos hacia un punto muy claro, o por lo menos intentamos hacerlo, desde el hombre más sabio hasta el último de los criminales, sólo elegimos caminos diferentes. Esta es una vieja verdad, pero ahora hay algo nuevo: yo no puedo perderme del todo. Porque yo he visto la verdad, he visto y sé que los hombres pueden ser hermosos y felices sin perder la capacidad de vivir en la tierra. Yo no quiero y no puedo creer que el mal sea lo normal para los hombres. Desgraciadamente ellos no hacen más que reirse de esta fe mía. Pero ¿cómo puedo no creer en ella? Yo he visto la verdad, no me la he inventado, le he vsto, la he visto, y su imagen viviente ha colmado mi corazón para siempre. La he visto en una integridad tan completa que no puedo creer que no exista. Entonces ¿cómo puedo perderme?. Me desviaré, claro, más de una vez, y puede que hable con palabras no mías, pero no por mucho tiempo: la imagen viva que yo he visto estará siempre en mí, a lo mejor reclamándome si es necesario, pero dirigiéndome siempre hacia el recto camino. Yo he visto con mis ojos, aunque no consiga contar bien lo que he visto"

(F. Dostoevski)


Grande Dostoevski!!... qué harías si nos vieras?? tus personajes son más reales de lo que jamás imaginaste... Grande!! Tampoco tú permitas que me pierda... please, give me a parachute!!


miércoles, 23 de enero de 2008

Queridos amigos:

Es sorprendente!! cómo hasta las sonrisas (signo de la felicidad) en la arena estan rodeadas de huellas!!, en la arena, y en el rostro humano "algo más" las provoca!!. la foto la tomó mi primo, mientras jugabamos en la playa, que lindo es escuchar la voz del mar... y pensar que ha hablado siempre y sólo ahora la vengo a escuchar...

No pude resistirme… hace un rato terminé de leer “ciudadelas de Dios” de Louis de Wohl, y encontré algunas cosas que me maravillaron, y pude hacer varios nexos con lo que vivimos hoy.
Esta primera cita me parece muy relacionada con lo que hemos visto en "Sophie School" (la rosa blanca)… con su muerte, porque fácil se puede caer en el error de pensar que lo hacen por “heroísmo”…por "una idea" aquí se explica mejor:

“Lo sentía por él, por el pobre Agapito, no por Gordiano, que había tenido una muerte magnifica, dando su vida por otro hombre que era, además del Padre de la cristiandad y su amigo. Había triunfado, sí, era un mártir, y su sangre, ofrecida a Dios, fertilizaría la tierra, como la de sus predecesores. Era el gran rito de la fertilidad de Cristo, el gran festival del nuevo testamento (…) Pero aquello era un gran privilegio… porque Benito supo, entonces, que no era la única forma de triunfar, reservada a unos pocos. Se triunfaba también haciendo la voluntad de Dios a lo largo de la vida, permaneciendo cerca de Él por la gracia de Nuestro Señor Jesucristo. Gordiano había conquistado el cielo al asalto. ¿Cómo lograría conquistarlo él?
…Señor –musitó conmovido-, por los meritos de la sangre de tu mártir Gordiano, muéstrame el camino que me conduzca a ti…”
Me parece que cada uno puede ponerse como protagonista en esta cita… me maravilló.


Hace tiempo no subía cosas, no había tenido tiempo, y ahora que leo el comentario de Álex caigo en la cuenta... quiero dejarles un gran abrazo, estoy de vacaciones fuera de la ciudad, además estudiando algunas cosas, porque el próximo domingo parto a misionar (aunque claro, la misión es la vida entera, pero me entenderán), ha sido un don...


Un gran abrazo!!!
Hasta pronto!
Vale Cabañas.




"Todo yo soy una pregunta a la que no sé dar respuesta"
(P. P. Pasolini)



"Él poseía una ingenuidad que le permitía mirar las cosas de nuevo, como si nadie las hubiese contemplado antes que él. Contemplaba al mundo con ojos nuevos, asombrados".
(L. Jonas)