"Scribere me aliquid et devotio iubet"

"Scribere me aliquid et devotio iubet" San Bernardo de Claraval

Ya no le temo al blanco...

"Noto mis palabras libres y a la vez con peso. El peso se lo dan los hechos por los que he pasado, aunque ya se han convertido en alas y plumas que la hacen volar, tan ligera como grave. Sólo ahora que tengo peso, sé volar" Alessandro D´Avenia.

viernes, 7 de noviembre de 2008

"¿Oyes el viento?... Sopla de donde quiere"


Señor, pensaba arrodillado, ahora ya no dudo. Sé que eres el Hijo de Dios y Dios tú mismo. Sólo Dios podía resucitar y subir a los cielos. Pero después de mostrarnos tu divinidad, te has ido. Has estado entre nosotros, invisible, llenándonos de una alegría ultraterrena. Luego, por un momento brillaste, como aquél ídolo pagano que apartó por un instante el paño que cubría la cara radiante: brillaste para volver a desaparecer. Y de nuevo no estás, como tampoco estuviste en aquellas dos inacabables noches. ¿Qué nos ha quedado de ti? Solo unos recuerdos… ¿y qué son los recuerdos? ¿Se puede alimentar con ellos el corazón? La vida es un constante ir hacia delante. Bueno o malo, su fin está siempre ante nosotros. Además, tengo tan pocos recuerdos… a un hombre como yo no le bastan los recuerdos. ¿Con qué fin nos descubriste tu divino amor, si luego todo tenia que volver a ser como antes? Jesús, Señor de grandeza –seguía rezando-, has vencido a la muerte, pero no la has vencido en nosotros. Seguimos siendo un continuo morir. El hombre no está crecido a la estatura de Dios. Cuando te marchaste, los que siempre habían estado contigo, se abalanzaron sobre la piedra en que quedó la huella de tus plantas y comenzaron a besarla. Para ellos, que amaban tanto y te eran fieles, les basta una huella. Son tan ingenuos que imaginan poder llenarse con esto la vida. Pero yo no soy ingenuo. Y, además, creo que no te he amado. Te admiraba, te esperaba, y ahora creo en ti; pero no me está permitido decirte que te amo. Me has sacudido como un huracán sacude una casa; me has arrancado de los cimientos y has vuelto a colocarme en ellos; pero de un modo tan diferente que no puedo volver a sentirme el mismo de antes. Estoy inquieto, con la inquietud de la insatisfacción… necesito sentirte… el hombre, en su soledad, necesita tocar a alguien. Busca en torno suyo a un amigo, a una mujer, incluso a un perro. Quiere tener junto a sí a un ser viviente. Aunque sabe que esto es solo una ilusión, puesto que hasta el mejor amigo no lo comprenderá del todo, la mujer querrá, a su vez, que se la consuele y comparta su tristeza, el perro se marchará atraído por el ladrido de otro perro. Pero a mí no me quedan ni esta clase de ilusiones. ¡Rut ha muerto, José ha muerto…! ¡Y a ti no puedo tocarte!
Ellos son felices. Los elegiste y has llenado sus pequeñas vidas. A mí no me has elegido. He acudido a ti solo. Llamé tímidamente a tu puerta de noche. Soplaba un viento que aparecía súbitamente, duraba un corto tiempo, luego disminuía y desaparecía no sé dónde. Las ramas de los árboles se agitaban inquietas. Dicen que el viento hace crecer más de prisa lo árboles, que incluso el trigo se vuelve más fuerte cuando lo mece la brisa del mar Grande… tú también hablaste de él entonces. “¿Oyes este viento? –preguntaste-. Sopla de donde quiere”. Muchas veces, luego, he recordado tus palabras. He esperado la ráfaga proveniente de ti. La he esperado, pero no he sabido darte nada. Me avine a acoger tu cruz. Pero aquello fueron solo palabras. No hice como ellos, que abandonaron sus casas y todo lo suyo. Te recibí solo con la mitad de mi corazón. ¡Si me hubieras dicho algo! Soy una persona que necesita palabras claras e inteligibles. Una llamada. Una orden. Hasta el final no he sabido si me querías realmente y qué es lo que querías de mí. Me parecía que tu deseo era que escribiera una hagadá sobre ti. Pero ahora creo que también esto lo deseo sólo para mí. ¡Y de nuevo veo que no te amo!


Cartas de Nicodemo de Dobraczynski

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"Todo yo soy una pregunta a la que no sé dar respuesta"
(P. P. Pasolini)



"Él poseía una ingenuidad que le permitía mirar las cosas de nuevo, como si nadie las hubiese contemplado antes que él. Contemplaba al mundo con ojos nuevos, asombrados".
(L. Jonas)