"Scribere me aliquid et devotio iubet"

"Scribere me aliquid et devotio iubet" San Bernardo de Claraval

Ya no le temo al blanco...

"Noto mis palabras libres y a la vez con peso. El peso se lo dan los hechos por los que he pasado, aunque ya se han convertido en alas y plumas que la hacen volar, tan ligera como grave. Sólo ahora que tengo peso, sé volar" Alessandro D´Avenia.

lunes, 18 de agosto de 2008

¡Dios mìo, què saltos me haces dar!


"Todos hemos leído en los libros de ciencia, y aun seguramente en las novelas, el caso de aquel individuo que olvidó su nombre: discurra por las calles, viéndolo y admirandolo todo, solo que sin acordarse de quién era. Y bien: todos somos como aquel individuo. Todos los hombres se han olvidado de quienes son. Podemos entender el cosmos, pero nunca el ego, porque el propio yo está más distante que las estrellas. Podrás amar a tu Dios, pero no podrás conocerte. Bajo igual calamidad nos doblamos todos: que hemos olvidado nuestros nombres, que hemos olvidado quiénes somos en realidad. Todo eso que llamamos sentido común, sentido práctico y positivismo sólo quiere decir que, para ciertos aspectos muertos de la vida, olvidamos que hemos olvidado. Y todo lo que se llama espíritu, arte o éxtasis, sólo significa que, en horas terribles, somos capaces de recordar que hemos olvidado. Pero aunque, como el desmemoriado del cuento, vamos por las calles con cierta inconsciente admiración, con legítima admiración. Y en el asombro hay siempre un elemento positivo de plegaria. Y ésta es nuestra primera piedra que conviene plantar en nuestro viaje por el país de las hadas.(...) Por ahora sólo trato de describir esas enormes emociones que parecen no admitir descripción. Y la más enérgica de todas consiste en que la vida es tan preciosa como enigmática; en que es un éxtasis, por lo mismo que es una aventura, y en que es una aventura, porque toda ella es una oportunidad fugitiva. No padecía a mis ojos, la bondad esencial de los cuentos de hadas porque hubiera más dragones que princesas; y, de todos modos, era deseable vivir en aquel mundo. La prueba de la dicha es la gratitud, y yo me sentía agradecido sin saber a quién agradecer. Los niños sienten gratitud cuando San Nicolás colma sus mediecitas de juguetes y bombones. ¿y no había yo de agradecer al santo cuando pusiera, en vez de dulces, un par de maravillosas piernas dentro de mis medias? Agradecemos los cigarrillos y pantuflas con que nos regalan el día de nuestro cumpleaños ¿Y a nadie había yo de agradecer ese gran regalo de cumpleaños que es ya de por sí mi nacimiento? Quedaban, pues, establecidos dos sentimientos primarios como indiscutibles e irrevocables: el mundo era un choque, pero no precisamente desagradable; la existencia, una sorpresa, pero también agradable. De hecho mis primeras opiniones del mundo se expresan muy exactamente por medio de esta adivinanza que me persigue desde niño: `pregunta:¿qué dijo la primera rana? respuesta: ¡Dios mío, qué saltos me haces dar!`. Esto contiene, como en cifra cuanto acabo de decir. Dios hace saltar a la rana; pero saltar es lo que más le gusta a la rana." (Chesterton- "Ortodoxia")

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"Todo yo soy una pregunta a la que no sé dar respuesta"
(P. P. Pasolini)



"Él poseía una ingenuidad que le permitía mirar las cosas de nuevo, como si nadie las hubiese contemplado antes que él. Contemplaba al mundo con ojos nuevos, asombrados".
(L. Jonas)