
"Este ha sido un tiempo muy estimulante y antes o después se conocerá el significado de nuestro estar juntos" decían también los amigos de la Rosa Blanca, yo con ustedes digo lo mismo y cada vez más, porque es distinto recorrer el camino que conduce hacia la Patria de la Paz que simplemente observarlo... verificación... así como el camino que hace Ramson a "Perelandra". estoy en un periodo de trabajo en la U, pero como dice mi gran amigo Juanjo, vuelvo a comer primero el postre... así que me encuentro ya en la segunda parte de esta hermosa trilogía escrita por un testigo, C. S. Lewis, y me reconozco en su personaje; es cierto que todo cambia a la luz de la experiencia, de un gran encuentro... un padre nos habla desde la experiencia, no nos da un discurso, nos acompaña en la vida, propone, nos incerta en el sentido de la vida, nos cuenta por qué vale la pena vivir... ¡mírame! . Una semana de grandes encuentros...
"En la experiencia de un gran Amor todo se vuelve acontecimiento" (Guardini)... ha sido un acontecimiento conocerlo, a la luz de este gran Amor.
Al profesor y sin duda padre, Aníbal F.
un abrazo, Valeska
en el capítulo uno de "Perelandra"
"Este es un camino largo, triste" pensé. "Gracias a Dios no tengo que cargar con nada." Y entonces, con un respingo de comprensión, recordé que debería estar llevando una mochila, con las cosas para pasar la noche. Maldije para mis adentros. Debía haberla dejado en el tren. ¿Querrán creerme si les digo que tuve el impulso inmediato de volver a la estación y "hacer algo al respecto"? Como es lógico no había nada que no pudiera hacerse igualmente bien llamando desde la casa de mi amigo. El tren, junto con la mochila, debía encontrarse para entonces a unos cuantos kilómetros.
Ahora lo comprendo con la misma claridad que ustedes. Pero en aquel momento me parecía obvio que debía volver sobre mis pasos y hasta había empezado a hacerlo antes de que la razón o la conciencia despertara y me hiciera avanzar otra vez trabajosamente. Al hacerlo descubrí con mayor claridad que antes qué pocos deseos de seguir tenía. Era una tarea tan difícil que sentí como si caminara contra el viento; pero en realidad se trataba de una de esas tardes inmóviles, muertas, en las que no se mueve ni una hoja y empezaba a alzarse un poco de niebla.
Cuanto más avanzaba, más imposible me resultaba pensar en otra cosa que no fueran los eldila. Después de todo, ¿qué era lo que Ransom sabía realmente sobre ellos? Según sus propias palabras, aquellos con los que se había encontrado no solían visitar nuestro planeta... habían comenzado a hacerlo después de su regreso de Marte. Teníamos eldila propios, dijo, eldila telúricos, pero eran de un tipo distinto y casi siempre hostiles al hombre. En realidad, era por eso por lo que nuestro mundo estaba incomunicado con los demás planetas. Ransom nos describía como si estuviéramos asediados, como si fuéramos, en realidad, un territorio ocupado por el enemigo, dominado por los eldila que estaban en guerra tanto con nosotros como con los eldila del "Cielo Profundo" o "espacio". Del mismo modo que las bacterias en el nivel microscópico, estos nocivos cohabitantes del nivel macroscópico saturan toda nuestra vida en forma invisible y son la verdadera explicación de esa curva fatal que constituye la lección básica de la historia. Si todo eso fuera cierto, entonces, naturalmente, deberíamos regocijarnos del hecho de que eldila de mejor especie hubieran roto al fin la frontera (que, según afirman, está en la órbita de la Luna) y empezaran a visitarnos. Siempre suponiendo que lo que Ransom decía fuese correcto.
Se me ocurrió una idea detestable. ¿Acaso Ransom no podía ser un incauto? Si algo del espacio exterior estuviera tratando de invadir nuestro planeta, ¿qué mejor pantalla de humo podría levantar, justamente, que la historia de Ransom? ¿Había la menor evidencia, después de todo, de que existieran los supuestos eldila maléficos sobre la tierra? ¿Y si mi amigo fuera el puente involuntario, el Caballo de Troya mediante el cual un posible invasor estuviera desembarcando sobre Tellus, la Tierra? Y una vez más, como cuando había descubierto que no llevaba la mochila, me asaltó «1 impulso de no seguir adelante. "Regresa, regresa" me susurraba. "Envíale un telegrama, dile que estás enfermo, que vendrás en otra ocasión ... cualquier cosa." La fuerza de este sentimiento me asombró. Me quedé inmóvil durante unos instantes, diciéndome que no debía ser tan tonto, y cuando al fin reanudé la marcha iba preguntándome si aquello no podía ser el principio de una crisis nerviosa. No se me acababa de ocurrir la idea cuando se convirtió en un nuevo motivo para no visitar a Ransom. Obviamente no estaba en condiciones para "negocios" tan arriesgados como aquellos a los que se refería casi con seguridad el telegrama. No estaba en condiciones ni siquiera de pasar un fin de semana normal lejos de casa. La única conducta sensata era volver de inmediato y quedarme seguro en casa, antes de perder la memoria o volverme histérico y ponerme en manos de un médico. Seguir era una completa locura.
Ahora estaba llegando al fin del brezal y bajaba una pequeña colina, con un matorral a la izquierda y varios edificios industriales aparentemente abandonados a la derecha. En la zona más baja la niebla vespertina era un poco más densa. "Lo llaman crisis al principio" pensé. ¿No había una enfermedad mental en la que los objetos comunes le parecían al paciente increíblemente ominosos?... ¿Le parecían, en verdad, lo que me parecía la fábrica abandonada en aquel momento? Grandes formas bulbosas de cemento, extraños espectros de ladrillo, me miraban ceñudos por encima de la hierba seca y achaparrada, sembrada de charcos grises como marcas de viruela y cortada por los restos de un ferrocarril de trocha angosta. Recordé cosas que Ransom había visto en aquel otro mundo: sólo que allí eran personas. Gigantes largos como agujas a los que él llamaba sorns. Lo que empeoraba las cosas era que Ransom los consideraba buena gente: en realidad, mucho mejores que nuestra propia raza. ¡Estaba aliado con ellos! ¿Cómo sabía yo si Ransom era un incauto? Podía ser algo peor... y una vez más me detuve.
Como no conoce a Ransom, el lector no entenderá lo contraria que era la idea a toda razón. La parte racional de mi mente, incluso en ese momento, sabía muy bien que aunque el universo entero fuera loco y hostil, Ransom era cuerdo y saludable y honesto. Y fue esa parte la que al fin me hizo seguir adelante... pero con una resistencia y una dificultad que apenas puedo expresar en palabras. Lo que me permitía continuar era el conocimiento (oculto muy dentro de mí) de que con cada paso me acercaba al único amigo: pero sentía que me acercaba al único enemigo: el traidor, el brujo, el hombre aliado a "ellos"... metiéndome en la trampa con los ojos abiertos, como un tonto. "Al principio lo llaman crisis" decía mi mente, "y te envían a un sanatorio particular; más tarde te trasladan a un manicomio."
Ahora lo comprendo con la misma claridad que ustedes. Pero en aquel momento me parecía obvio que debía volver sobre mis pasos y hasta había empezado a hacerlo antes de que la razón o la conciencia despertara y me hiciera avanzar otra vez trabajosamente. Al hacerlo descubrí con mayor claridad que antes qué pocos deseos de seguir tenía. Era una tarea tan difícil que sentí como si caminara contra el viento; pero en realidad se trataba de una de esas tardes inmóviles, muertas, en las que no se mueve ni una hoja y empezaba a alzarse un poco de niebla.
Cuanto más avanzaba, más imposible me resultaba pensar en otra cosa que no fueran los eldila. Después de todo, ¿qué era lo que Ransom sabía realmente sobre ellos? Según sus propias palabras, aquellos con los que se había encontrado no solían visitar nuestro planeta... habían comenzado a hacerlo después de su regreso de Marte. Teníamos eldila propios, dijo, eldila telúricos, pero eran de un tipo distinto y casi siempre hostiles al hombre. En realidad, era por eso por lo que nuestro mundo estaba incomunicado con los demás planetas. Ransom nos describía como si estuviéramos asediados, como si fuéramos, en realidad, un territorio ocupado por el enemigo, dominado por los eldila que estaban en guerra tanto con nosotros como con los eldila del "Cielo Profundo" o "espacio". Del mismo modo que las bacterias en el nivel microscópico, estos nocivos cohabitantes del nivel macroscópico saturan toda nuestra vida en forma invisible y son la verdadera explicación de esa curva fatal que constituye la lección básica de la historia. Si todo eso fuera cierto, entonces, naturalmente, deberíamos regocijarnos del hecho de que eldila de mejor especie hubieran roto al fin la frontera (que, según afirman, está en la órbita de la Luna) y empezaran a visitarnos. Siempre suponiendo que lo que Ransom decía fuese correcto.
Se me ocurrió una idea detestable. ¿Acaso Ransom no podía ser un incauto? Si algo del espacio exterior estuviera tratando de invadir nuestro planeta, ¿qué mejor pantalla de humo podría levantar, justamente, que la historia de Ransom? ¿Había la menor evidencia, después de todo, de que existieran los supuestos eldila maléficos sobre la tierra? ¿Y si mi amigo fuera el puente involuntario, el Caballo de Troya mediante el cual un posible invasor estuviera desembarcando sobre Tellus, la Tierra? Y una vez más, como cuando había descubierto que no llevaba la mochila, me asaltó «1 impulso de no seguir adelante. "Regresa, regresa" me susurraba. "Envíale un telegrama, dile que estás enfermo, que vendrás en otra ocasión ... cualquier cosa." La fuerza de este sentimiento me asombró. Me quedé inmóvil durante unos instantes, diciéndome que no debía ser tan tonto, y cuando al fin reanudé la marcha iba preguntándome si aquello no podía ser el principio de una crisis nerviosa. No se me acababa de ocurrir la idea cuando se convirtió en un nuevo motivo para no visitar a Ransom. Obviamente no estaba en condiciones para "negocios" tan arriesgados como aquellos a los que se refería casi con seguridad el telegrama. No estaba en condiciones ni siquiera de pasar un fin de semana normal lejos de casa. La única conducta sensata era volver de inmediato y quedarme seguro en casa, antes de perder la memoria o volverme histérico y ponerme en manos de un médico. Seguir era una completa locura.
Ahora estaba llegando al fin del brezal y bajaba una pequeña colina, con un matorral a la izquierda y varios edificios industriales aparentemente abandonados a la derecha. En la zona más baja la niebla vespertina era un poco más densa. "Lo llaman crisis al principio" pensé. ¿No había una enfermedad mental en la que los objetos comunes le parecían al paciente increíblemente ominosos?... ¿Le parecían, en verdad, lo que me parecía la fábrica abandonada en aquel momento? Grandes formas bulbosas de cemento, extraños espectros de ladrillo, me miraban ceñudos por encima de la hierba seca y achaparrada, sembrada de charcos grises como marcas de viruela y cortada por los restos de un ferrocarril de trocha angosta. Recordé cosas que Ransom había visto en aquel otro mundo: sólo que allí eran personas. Gigantes largos como agujas a los que él llamaba sorns. Lo que empeoraba las cosas era que Ransom los consideraba buena gente: en realidad, mucho mejores que nuestra propia raza. ¡Estaba aliado con ellos! ¿Cómo sabía yo si Ransom era un incauto? Podía ser algo peor... y una vez más me detuve.
Como no conoce a Ransom, el lector no entenderá lo contraria que era la idea a toda razón. La parte racional de mi mente, incluso en ese momento, sabía muy bien que aunque el universo entero fuera loco y hostil, Ransom era cuerdo y saludable y honesto. Y fue esa parte la que al fin me hizo seguir adelante... pero con una resistencia y una dificultad que apenas puedo expresar en palabras. Lo que me permitía continuar era el conocimiento (oculto muy dentro de mí) de que con cada paso me acercaba al único amigo: pero sentía que me acercaba al único enemigo: el traidor, el brujo, el hombre aliado a "ellos"... metiéndome en la trampa con los ojos abiertos, como un tonto. "Al principio lo llaman crisis" decía mi mente, "y te envían a un sanatorio particular; más tarde te trasladan a un manicomio."
(...)
Seguí a los tumbos en el frío y la oscuridad, ya convencido a medias de que debía estar entrando en lo que llaman demencia. Pero mi opinión sobre la cordura cambiaba a cada instante. ¿Había sido alguna vez algo más que una convención... un cómodo par de anteojeras, un modo acordado de tomar los deseos por la realidad, que excluía de nuestra visión la completa extrañeza y malevolencia del universo que nos vemos obligados a habitar? Las cosas que había empezado a conocer durante los últimos meses de la relación con Ransom superaban ya lo que la "cordura" puede admitir; pero yo había ido demasiado lejos como para desecharlas como irreales. Dudaba de la interpretación que Ransom les daba, o de su buena fe. No dudaba de la existencia de lo que él había encontrado en Marte —los pfifltriggi, los jrossa y los sorns— ni de los eldila interplanetarios. Ni siquiera dudaba de la realidad del ser misterioso a quien los eldila llaman Maleldil y a quien parecen rendir una obediencia total, superior a la que pueda obtener cualquier dictador terrestre. Sabía con qué relacionaba Ransom a Maleldil
C.S.Lewis. Perelandra.