
"Praevenit, sustinet, implet; ipse facit ut desideres, ipse est quod desideras" San Bernardo
"Scribere me aliquid et devotio iubet"
Ya no le temo al blanco...
sábado, 24 de abril de 2010
Es todo un Pueblo el que camina conmigo

viernes, 23 de abril de 2010
¿"Viejo" o "joven"?

BALLATA DELL'UOMO VECCHIO
(L'UOMO VECCHIO)
Parole e musica di Claudio Chieffo
La tristezza che c'è in me, l'amore che non c'è hanno mille secoli il dolore che ti dò,
la fede che non ho hanno mille secoli.
Sono vecchio ormai, sono vecchio, sì questo Tu lo sai, ma resti qui.
lo vorrei vedere Dio, vorrei vedere Dio ma non è possibile:
ha la faccia che tu hai, il volto che tu hai e per me è terribile.
Sono vecchio ormai, sono vecchio, sì questo Tu lo sai, ma resti qui.
Ascoltami, rimani ancora qui ripeti ancora a me la Tua parola ripetimi quella parola che
un giorno hai detto a me e che mi liberò.
lo vorrei vedere Dio
La paura che c'è in me, l'amore che non c'è hanno mille secoli tutto il male che io so,
la fede che non ho hanno mille secoli.
Sono vecchio ormai, sono vecchio, sì ma se Tu vorrai mi salverai.
Ascoltami, rimani ancora qui ripeti ancora a me la Tua parola ripetimi quella parola che
un giorno hai detto a me e che mi liberò
jueves, 22 de abril de 2010
Wanderer

domingo, 18 de abril de 2010
¿Dónde está el amigo que busco por doquiera?

¿Dónde está el amigo que busco por doquiera?
jueves, 8 de abril de 2010
Sacrificio: un método.

domingo, 4 de abril de 2010
¡Qué lo haga otra vez! ¡qué lo haga otra vez!

Jueves 25 de Diciembre de 2008
El juglar de Nuestra Señora
Se acaba la Navidad, y pienso en G. K. Chesterton. El escritor inglés asoma su rostro de viejo pascuero verdadero (tan distinto de nuestros pascueros sudados y cansados de estos días) y enciende, con sus ojos juguetones y profundos, el mundo que parecía gastado y feo. Sí, porque ¿no es la Navidad nacer de nuevo y cargar de poesía lo obvio, lo sencillo, lo que no ven nuestras miradas que envejecen? Chesterton engordó, acumuló achaques propios de la edad, pero lo último en envejecer en él fue su mirada. Un hombre tiene todo el deber y el derecho de envejecer, pero su verdadera conquista, su triunfo, no será la de derrotar el tiempo, fatua pretensión: eso déjenselo a los ridículos "lolosaurios" que hoy abundan por ahí, llenando los gimnasios y gastándoselo todo en hormonas. No: el verdadero éxito de un hombre es impedir a toda costa que la rutina y la costumbre se adhieran como piel gastada, como pátina gris a la vida, acumulando resentimiento y tedio sobre cada día regalado. El objetivo final de todo hombre y de todo viejo será que sus ojos brillen de asombro hasta el final, y que hasta la muerte se sorprenda de esa mirada con la que sale a recibirla el niño sabio e inocente que no da nada por hecho. Un hombre que ha jugado sin parar en la vida sabrá -con imaginación y alegría- sor-tear ese jaque mate grave que nos tiene reservada la muerte. Porque a la muerte no se le gana con pura teología, sino con juglaría. Chesterton hizo el milagro de hacer danzar el tomismo. ¡La pesada "Suma teológica" danzó! Y eso sólo pudo realizarlo un gigante con alma de niño. Los hay pocos, al lado de tanto tonto grave que despoja a la Verdad de su gracia, convirtiéndola en una vieja victoriana, enferma de tedio y sin sentido del humor. Y fea... ¡Pecado mortal!
Sayers diría de Chesterton: "Como si de una bomba benéfica se tratara, hizo saltar por los aires en la Iglesia un buen número de vidrieras de una época poco brillante, para dejar paso a una brisa fresca en que las hojas muertas de la doctrina danzaban con todo el vigor y la falta de decoro del juglar de Nuestra Señora". Chesterton dijo que se había hecho católico porque los católicos bebían vino.
Por eso salió airoso de la batalla que la mayoría de nosotros declaramos perdida antes de tiempo: la de no dejar de ser sorprendidos por la realidad. Eso explica por qué hasta sus opositores más enconados en materias teológicas y literarias salieron a llorar a las calles de Londres cuando Chesterton murió. ¿Cómo iba a estar muerto un hombre que vivía y amaba las paradojas de las vidas, y que las abrazaba danzando, con su panza gozosa y henchida de buen vino católico?
El célebre cuadro de Sir James Gunn, que se encuentra en la National Portrait Gallery de Londres, muestra a Chesterton junto a sus grandes amigos Maurie Baring e Hilarie Belloc. Católicos que fumaban, bebían vino, cultivaban las paradojas y hacían de la ortodoxia una fiesta y no una rutina grave. ¡Qué tiempos! Cuando los veo, los comparo con los escritores europeos de hoy, que perdieron toda inocencia y se curtieron de sofisticados cinismos; o con los católicos que tienen fe, pero se olvidaron de la belleza y la alegría. ¿No podrían resucitar los tres amigos para poner de nuevo el mundo patas arriba, o sea, en perfecto orden? Chesterton dijo que teníamos que pararnos de cabeza para ver el mundo por primera vez. ¿De qué nos sirve habernos erguido en algún momento de la evolución si no podemos volar? ¿O vinimos a la tierra a calentar el asiento? En vez de tanto management, de tanta autoyuda y talleres de realización individual y empresarial para tiempos de crisis, iniciemos cada día parándonos de cabeza y leamos a Chesterton. Y tomemos con él hasta embriagarnos todo el vino de la misa, sin dejar ninguna mezquina gota al fondo de este cáliz. Sólo entonces será Navidad de nuevo.




(P. P. Pasolini)
(L. Jonas)