La verdadera belleza abre el corazón humano a la nostalgia, al profundo deseo de conocer, de amar, de ir hacia los otros, salir fuera de sí mismo. Si aceptamos que la belleza nos tocara íntimamente que nos golpee, que nos abra los ojos, entonces descubriríamos de nuevo la alegría de ver, la capacidad de entender el sentido profundo de nuestra existencia, el misterio del cual somos parte, y del que podemos obtener la plenitud, la absoluta felicidad y pasión el empeño cotidiano.
Benedicto XVI
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