por qué sigo? si busco la Luna, si busco el "imposible" por qué sigo?
¿será que el "imposible" existe? será que ya algo se ha entregado... "ya y no todavía"
sí, tu Pobreza y tu Belleza llenaron el otoño de regalos, por eso sigo... porque mi corazón está inquieto... no sólo por tu ausencia, sino porque: ¡Había la Luna!
Albert Camus. "Caligula". Acto I, escena IV.
Caligula, emperador romano, vuelve después de haber desaparecido por un largo periodo de tiempo. Y dialoga con un confidente suyo, Helicón.
Helicon: Buenos días, Cayo.
Caligula: Buenos días, Helicón.
Helicón: Pareces cansado.
Caligula: He caminado mucho.
Helicón: Si, tu ausencia se ha prolongado mucho.
Caligula: No era fácil encontrarlo..
Helicón: ¿El que?
Caligula: Lo que yo quería.
Helicón: ¿Y que es lo que querías?
Caligula: La luna.
Helicón: ¿Qué?
Caligula: Sí, quería la luna.
Helicón: ¡Ah! ¿Y para qué?
Caligula: Bueno, es una de la cosas que no tengo.
Helicón: Claro. Y ahora, ¿todo solucionado?
Caligula: No, no he podido conseguirla.
Helicón: ¡Que lastima!
Caligula: Si, por eso estoy tan cansado. ¡ Helicón!
Helicón: Dime, Cayo.
Caligula: Piensas que estoy loco, ¿no?
Helicón: De sobra sabes que yo no pienso nunca. Soy demasiado inteligente para pensar.
Caligula: Ya. Bueno. Pero yo no estoy loco, y aun más: nunca he sido tan razonable como ahora. Simplemente sentí en mi, de pronto, la necesidad de lo imposible. Las cosas, tal como son, no me parecen satisfactorias.
Helicón: Es una opinión bastante extendida.
Caligula: Es cierto. Pero antes no lo sabia. Ahora lo sé. El mundo, tal como esta hecho, no es soportable. Por eso necesito la luna, o la felicidad, o la inmortalidad, en definitiva, algo que quizás sea insensato, pero que no sea de este mundo.
Helicón: Es un razonamiento que se tiene en pie. Pero, en general, no es posible sostenerlo hasta el fondo [no puede llevarse hasta sus últimas consecuencias].
Caligula: Qué sabrás tú. Nunca se consigue nada precisamente porque nunca se va hasta el final. Pero quizás baste con permanecer siendo lógicos hasta el fondo. Y sé lo que estas pensando: cuantas complicaciones por la muerte de una mujer de la que estaba enamorado. Pero no, no es eso. Creo recordar, es cierto, que hace unos días murió una mujer a la que yo amaba. Pero, ¿qué es el amor? Poca cosa. Esta muerte no supone nada para mí, te lo juro; sól es una señal de una verdad, una verdad que me hace necesaria la luna. Es una verdad sumamente clara y sencilla, un poco estúpida para ti, cuesta descubrirla y tamvién sobrellevarla.
Helicón: Y, ¿cuál es esa verdad, mi emperador?
Caligula: ¡Que los hombres mueren y no son felices!
Helicón: Vamos, Cayo, es una verdad a la que podemos acomodarnos muy fácilmente. Mira a tu alrededor. Eso no impide a los hombres comer y bailar.
Caligula: Entonces es que todo lo que me rodea es pura mentira, estos hombres viven todos en la mentira, y yo quiero que se viva en la verdad; por que sé lo que les falta, Helicón. Están privados del conocimiento y carecen de un maestro que sepa de lo que habla.
Helicón: No te ofendas, Cayo, por lo que voy a decirte. Pero, ante todo, deberías reposar; estas cansado.
Caligula: No es posible Helicón, nunca más podé descansar.
Helicón: Y, ¿ por qué no?
Caligula: Si duermo, ¿quién me dará la luna?
Helicón: Eso es verdad.
Caligula: Escucha, Helicón, oigo pasos y rumor de voces [son los que conspiran contra él]. Guarda silencio y olvida que me has visto.
Helicón: Comprendo.
Caligula: Y te lo ruego; en adelante, ayúdame.
Helicón: No tengo motivos para no hacerlo, Cayo. Pero yo sé muchas cosas y hay pocas que me interesen. ¿En qué, pues, puedo ayudarte?
Caligula: En lo imposible.
Helicón: Haré lo que esté en mi mano [haré lo que pueda].
2 comentarios:
Helicón: Y, ¿cuál es esa verdad, mi emperador?
Caligula: ¡Que los hombres mueren y no son felices!
Helicón: Vamos, Cayo, es una verdad a la que podemos acomodarnos muy fácilmente. Mira a tu alrededor. Eso no impide a los hombres comer y bailar.
Caligula: Entonces es que todo lo que me rodea es pura mentira...
Wow....
Lo saqué de por ahí...
Un monarca que se encuentra muy enfermo llama a todos los sabios de su reino y les pide que resuman su saber en un solo libro. Pasan seis meses. Los sabios presentan al rey un grueso volumen y éste les dice:
-Mis días están contados. Nunca llegaré a leer tantas páginas. Resumid es este libro en solo un capítulo. Hacedlo rápidamente.
Al cabo de una semana regresan los sabios con diez páginas. El monarca ha empeorado. Balbucea:
-Decimado tarde: solo me queda energía para leer una página.
Los sabios se apresuran a resumir el capítulo. Cuando le entregan la página, el rey tiene ya dificultades para ver, y les dice:
-Decidme todo su saber en una frase.
Los sabios, tras unos instantes de profunda reflexión, le dicen:
-Se nace, se sufre, se muere.
El rey suspira con aflicción y murmura:
-Daría la mitad de mi tesoro a quien me dijera una frase más sabia que ésa.
Uno de los viejos monjes que desde niño han servido al rey dice:
-No se nace, no se muere.
El rey sonríe tristemente. Comprende la vacuidad del ego. Sin embargo, aun no está satisfecho. Gime:
-Daría todo mi tesoro a quien me dijera una frase aún más sabia que ésa.
El segundo monje, más anciano aún que su compañero, sonríe y le dice al oído:
-Se nace, se vive, se muere, ¡qué maravilla!
El rey comprende. Feliz, da su último suspiro.
Mis respetos.
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