"Scribere me aliquid et devotio iubet"

"Scribere me aliquid et devotio iubet" San Bernardo de Claraval

Ya no le temo al blanco...

"Noto mis palabras libres y a la vez con peso. El peso se lo dan los hechos por los que he pasado, aunque ya se han convertido en alas y plumas que la hacen volar, tan ligera como grave. Sólo ahora que tengo peso, sé volar" Alessandro D´Avenia.

lunes, 5 de octubre de 2009

A veces cuando se pierde...se gana...



Correspondencia con un amigo: gracias por su correspondencia. Es cierto, era inevitable recordar en seguida al Principito, aunque también recordé la historia del monje de otro artículo de Warnken, "el árbol seco" -se lo mando-, que sale en una película de Tarkovsky, "el sacrificio", el personaje principal narra esta historia a su hijo, y habla de esa suerte de ritualidad que salva al mundo -también sale en las páginas del principito, cuando habla el zorro-, aunque en primer lugar la propia vida... sin perder el Significado y la relación originaria y hasta ontológica al rito... porque ritos vemos muchos pero sin el por qué. Eso, como se ve también en el artículo de Warnken, sería lo único que permitiría vislumbrar la posibilidad del sentido, esa fidelidad a un hecho, la observación , espera y por qué no decir también: petición. Si hubiera el sentido, esta apertura, esta dilatación sería lo único que permitiría ciertamente acogerlo, sin reducirlo... hay que vivir esa pregunta hasta las entrañas... porque, también como ocurre en esa reducción del cristianismo, se ha olvidado la pregunta, se ha olvidado la necesidad que somos nosotros mismos, entonces la respuesta no es nada, no mueve y al final es una construcción propia, no un Acontecimiento; como decía don Julián Carrón, parafraseando a Niehbur, no hay peor respuesta que la respuesta que se da a una pregunta que ni siquiera se ha planteado. El cristianismo se ha reducido (una parte, porque la verdad es ¡si hay cristianos!), hoy, no es una espera... es solo una respuesta emocional, sentimental, falta el juicio, yo cada vez que lo pienso si quiera digo "es imposible que Dios se haga hombre... que Dios se haga hombre es una cosa de otro mundo...una locura"...no me parece para nada obvio, pero es una pregunta, un hecho hace dos mil años que plantea una pregunta ¿es cierto o no? y también si es cierta su contemporaneidad, que era Su pretensión... eso no me deja indiferente, en la fidelidad he visto algo, he visto una humanidad diferente a través de sus "ritos", y en su estar en el mundo, una leticia, algo que permanece que permanece, que da un rostro nuevo, pero necesito llegar al fondo de esa relación, no he tenido una experiencia mística jamás, pero sí un juicio de una diferencia que en otro lugar no he visto, además de el propio desafío que ellos hacen a mi razón. Si es verdad, ellos son los Testigos, y si es mentira, por lo menos con cierta melancolía diría, ¡es la mentira más bella que podrían haberse inventado, nada más digno de la humanidad y genialidad del hombre!, y reconocer esa genialidad es ya signo, para mí, de la divinidad. Y basta ser sinceros, para reconocer nuestra propia fragilidad, porque ¡qué frágiles somos! dos mil años de historia, dos mil años de vida y todas estas obras no la hacen nuestras simples humanidades frágiles... esto me hace más cierta Su presencia, porque nosotros solos no podríamos, tiene que ser "algo más"... diría, junto al hombre que más quiero, mi segundo mejor amigo (!... que un poco me chantajea para desear el Paraíso y ese reencuentro): "Hubo un hombre que vivió en el este hace siglos; hoy, no puedo mirar una abeja o un gorrión, un lirio o un maizal, un cuervo o una puesta de sol, un viñedo o una montaña, sin pensar en él, si esto no es ser divino ¿qué es?" (Chesterton).

Pero parte de un algo que se da antes, no se desea el Paraíso o la vida eterna para arrancar del mundo, todo lo contrario, por el ciento por uno que ya se ha vivido, por el amor a los amigos y hasta las circunstancias, aún las dolorosas, porque la vida no es color de rosa, y por lo menos yo no soy alguien que piense positivo frente a las situaciones... el dolor me educa al juicio, me obliga casi a darlo, porque dentro de todo reconozco mi pereza, a dar cuenta de lo que he visto, a dar-me cuenta de lo que he visto, es un desafío tremendo a la razón, que no quita ni ahorra nada; hasta Él les preguntó "¿también ustedes quieren irse?", pero por qué Te seguimos...por qué... creo que esa es una pregunta que no deberíamos perder, porque el cristianismo es un camino, no una respuesta de antemano, si un día encontrara algo más grande que respondiera a toda mi humanidad, como es el caso, sin duda me iría tras él... si, el cristianismo es un camino de verificación, tal como al principio.

Me parece, con respecto al mail anterior, que Dostoievski descubrió también esa Llave, esa Clave que desvela el corazón del hombre como nada, (corazón, según nuestra tradición es el conjunto de evidencias y exigencias -de Justicia, de Amor, de Verdad y Felicidad- con las que el hombre se ve lanzado a confrontarlo todo)... que es una reconquista diaria, que sólo encender y apagar un farol podría educar a reconquistarnos... para abrir Puertas...
Yo por solo este pensamiento, esta realidad, daría mi vida entera, en esa búsqueda y correspondencia, que es siempre sobreabundancia y necesidad (paradójicamente), como decía nuestro padre, Don Giussani "el protagonista de la historia es el mendigo", sólo el mendigo necesita dar un juicio considerando todos los factores de la realidad, sin pretender, sino ocupando lo que necesita y pidiendo siempre más. No sé cuándo se hizo obvio que Cristo murió en la Cruz -el otro día nos lo recordaba un gran amigo-, cuándo Su pasión dejó de conmovernos... por eso afirmo también que los filósofos o escritores cristianos o judíos, como Levinas, Ricoeur, Dostoievski (esto está más que claro), Chesterton, Lewis, Tolkien, etc... jamás dejan fuera ese factor, no hay dos hombres, es uno, Su pretensión exige y propone la unidad...si no hubiera visto hombres así no lo creería.

Le mando un saludo y un abrazo afectuoso, Valeska.


“Había una vez, hace mucho tiempo, un monje que vivía en un monasterio ortodoxo. Su nombre era Pamve. Y una vez plantó un árbol seco en la ladera de una montaña igual a éste. Luego le dijo a su joven pupilo, un joven llamado Loann Kolov, que debería regar el árbol cada día hasta que éste reviviera. En fin, cada mañana temprano Loan llenaba un cubo con agua y salía. Subía la montaña y regaba el árbol seco y en la noche cuando oscurecía volvía al monasterio. Hizo esto durante tres años. Y un buen día, subió a la montaña y ¡vio que el árbol entero estaba cubierto de flores! Piensa lo que quieras, pero un método, un sistema, tiene sus virtudes. ¿sabes? A veces pienso, si cada día, exactamente a la misma hora, uno tuviera que realizar el mismo y único acto, como un ritual, sin cambiar, sistemáticamente, cada día a la misma hora, el mundo podría cambiar. Sí, algo cambiaría. Tendría que cambiar. Uno podría levantarse por la mañana, por ejemplo, levantarse exactamente a las siete, ir al baño, llenar un vaso de agua del grifo, y vaciarlo en el inodoro. ¡sólo eso!”. El sacrificio. Tarkovsky

3 comentarios:

Alejandro Maiza Catalán dijo...

Me encanta esta entrada Valeska. en especial el fragmento de Tarkovsky. La capacidad no diría yo de sacrificio, sino de adaptación, racionalización (que no mecanización) de nuestros propios actos, consiguen dar siempre frutos. El escultor, poeta, filosofo existencialista y dibujante Alberto Giacometti decía que todo exito de una persona en su vida "era un conjunto de exitos y fracasos menos importantes".

Quería aprovechar pra agradecerte el comentario en mi blog. De verdad, lo estaba esperando. Creo que estar consciente a los problemas del mundo es necesario, uno no puede pasar de ellos, aunque sea un artista. Como dijo Marc Chagall: "aunque sea un [pintor] surrealista no me llameís el artista "inconsciente", pues estoy siempre inconscientemente consciente.
Muchas gracias.

valeska dijo...

Comentario: Un amigo me contaba una historia el otro día... es como si jugáramos una partida de ajedrez con Dios... sólo que es Él quien quiere por sobretodo que seamos nosotros los ganadores y protagonistas... como somos principiantes echamos a perder la mayoría de las jugadas... Él nos indica qué paso dar, propone, pero como muy pocas veces Lo miramos no vemos Sus gestos de inmensa ternura... hacemos cualquier otra cosa, usamos cualquier criterio para jugar, hasta nos lo inventamos e intentamos justificar, pero Él no desespera... desesperamos y Él no desespera, no violenta nuestra libertad, propone los pasos siguientes, y espera, por sobretodo espera, "Un Padre es el que nunca deja de esperar" decía otro amigo... espera aunque con ardiente paciencia, porque Su corazón también está inquieto por mí. Cuánto tiempo más esperará para que de una buena vez queramos ser los héroes de la historia, simplemente levantando la mirada y mirándolo a Él... caminando...Esa es otra paradoja... y es para los que aprenden a esperar y pedir, y sufren incluso, muchísimo. Como decía Moeller, aprendemos a ser verdaderos cruzados... porque pretendemos serlo, pero sin cargar la Cruz, que es nuestra propia humanidad.
Él no nos bota, nosotros inventamos naipes, y los justificamos... pero basta mirar para ver que hay una base sólida: "Con mis manos, pero con Tu fuerza".
también es cierto lo que decía Lewis en Perelandra...la jugada en la que no Lo miramos, la aparente pérdida...
"—Otras cosas, otras bendiciones, otras glorias —murmuró—. Pero nunca eso. Nunca en todos los mundos, eso. Dios puede hacer buen uso de todo lo que ocurre. Pero la pérdida es real."

Alejandro Maiza Catalán dijo...

Siento no haberte podido responder antes, Valeska, mas estuve últimamente muy agobiado con la universidad, ya que es mi primer año, bueno, tu como estudiante lo entenderás, y porque tuve trabajo a raudales. Me encantaron tus citas y tus argumentos. Creeme, he tomado buena nota de ellos. De verdad, lo siento y de nuevo felicidades por este artículo, es buenísimo, no me canso de leerlo.





"Todo yo soy una pregunta a la que no sé dar respuesta"
(P. P. Pasolini)



"Él poseía una ingenuidad que le permitía mirar las cosas de nuevo, como si nadie las hubiese contemplado antes que él. Contemplaba al mundo con ojos nuevos, asombrados".
(L. Jonas)