"Hay
tardes en que mi cuarto, que es mejor que Eurodisney y Gardaland juntos, me
parece un desván de cosas apagadas. ¿De qué vale la vida si después llega la
muerte? Y lo que hay después de la muerte me da miedo. Y aún me da más miedo
que después no haya nada. Y me da miedo Dios, que es omnipotente. Y me dan
miedo el mal y el dolor. Y me da miedo la enfermedad de Beatrice. Y me da miedo
quedarme solo. Y todo este blanco de mierda...
Así
que telefoneo a Niko, pero Niko está jugando al fútbol y yo no puedo ir.
Entonces telefoneo a Silvia, pero Silvia no está en casa. La llamo al móvil:
está desconectado. Le dejo un mensaje: «Llámame cuando puedas».
Silvia,
¿podrías acariciarme como la otra vez? Tengo miedo, Silvia. Tengo un jodido
miedo de todo. Tengo miedo de no llegar a nada en la vida. Tengo miedo de que
Beatrice muera. Tengo miedo de no tener a nadie a quien poder llamar por
teléfono. Tengo miedo de que tú me dejes...
Estoy
en mi cuarto y dentro solo hay cosas mudas. Nadie con quien hablar. Los libros
están mudos, porque resulta que además no hay ningún Soñador que me explique
nada o me convenza de que me podrían gustar. Los cómics están mudos, a pesar de
sus colorines. El equipo de música está mudo, porque no tengo ganas de
encenderlo. El PC está mudo, porque esa pantalla tan profunda que puede
contener el mundo entero, si la miras de perfil no es más que una pantalla
plana. Y te preguntas cómo consigue contener tanto mundo, tanto mar, con lo
plana que es. Hoy todo está mudo en mi cuarto. Pero no quiero huir. Quiero
resistir. Hoy en mi cuarto la tristeza entra a oleadas. Trato de atajarla con
una esponja. Doy risa. Resisto unos minutos, luego el miedo asciende, y soy un
náufrago en medio de un océano de soledad.
Floto
en un desierto completamente blanco: una enorme habitación blanca insonorizada,
en la que no se distinguen ni los rincones de las paredes. No sabes dónde está
la parte de arriba ni la de abajo, la derecha ni la izquierda... grito, pero
todos los sonidos son devorados. De mi boca salen palabras ya podridas. Silvia,
llámame, por favor.
Cuando
me despierto son las cuatro y el miedo está más lejos, por la sencilla razón de
que estoy completamente agilipollado. He desembarcado en una isla desconocida.
Busco algo que me ayude a sobrevivir. Los pósters de mi cuarto me miran. Luego
veo la carta." Alessandro D´Avenia
Qualcosa che non c'è
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